Desubicados, torpes y soberbios
Escribo las líneas de esta columna y aún no escucho la palabra “disolver” en la boca de Pedro Castillo. En el último mensaje a la Nación que emitió el presidente de la República, aseguró que el Congreso había rechazado la pedestre cuestión de confianza que Aníbal Torres presentó. El Ejecutivo nos ha demostrado que están dispuestos a promover un juego político de poca calidad e inteligencia, acompañado de victimización social en televisión con una pésima dicción y derramando lamentos ante una cuestión de confianza rechazada de plano por la Mesa Directiva del
Congreso. Hasta ahí llegó el enfrentamiento entre ambos poderes, por ahora.
Sin embargo, esta guerra fría entre Legislativo y Ejecutivo, con algunas granadas activas, ha evidenciado aún más la debilidad de un Congreso opositor que sabe que no cuenta con los votos ni el respaldo interno. Por otro lado, tenemos a un Ejecutivo incompetente que no es capaz de respetar el Estado de Derecho y pretende ordenar en jurisdicciones que no le pertenecen ni competen. Y más vergüenza causan los constitucionalistas que se atreven a insinuar que el Presidente puede “interpretar” el rechazo de la Mesa Directiva a un capricho mal armado llamado cuestión de confianza.
El constitucionalista Luciano López planteó un escenario que habría dejado muy bien posicionado el poder de la oposición en el Congreso y el poder de la misma institución ante el Ejecutivo, incluso a pesar del desprestigio ganado: el Reglamento del Congreso, en su artículo 86, indica que el Pleno del Congreso puede declarar improcedente cualquier cuestión de confianza que vulnere las atribuciones del Legislativo. Por supuesto, se necesita la opinión de la Comisión de Constitución. La decisión tomada no puede ser interpretada como rechazo de la cuestión de confianza.
Es evidente que el Congreso está protegido y están usando el poder de la Constitución Política del Perú y el Reglamento del Congreso para ejercer su función de control político. No tienen los votos, pero tienen un reglamento con rango de ley. Sin embargo, me hago la pregunta: ¿por qué la Mesa Directiva del Congreso decidió rechazar el papelito inservible llamado cuestión de confianza? ¿Por qué no lo llevó a la Comisión de Constitución y luego al Pleno? Primero, están en su derecho. Segundo, no cuentan con los votos y no hay confianza en la sarta de otorongos que infesta el Congreso.
Me dirijo a Castillo y sus ministros: ubíquense. No pueden pretender legislar desde el Ejecutivo, según ustedes, a favor de los pobres y los ciudadanos de “todas las sangres”. Eso no les compete. El único que puede interpretar las acciones del Congreso de la República es el mismo Congreso y no el sombrero.
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