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Destruir para crear y crecer

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Fecha Publicación: 01/04/2023 - 22:50
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La “destrucción creativa” es el motor del crecimiento y perfeccionamiento. El economista Joseph Alois Schumpeter (1883-1950) difundió esta idea, originalmente nombrada por el sociólogo Werner Sombart. Schumpeter, sin embargo, fue quien ahondó en el concepto al estudiar cómo el capital se moviliza, con el correr de los años, desde los sectores menos rentables hacia aquellos que ofrecen mejores perspectivas. Y lo desarrolló en su libro “Capitalismo, Socialismo y Democracia”, de 1942.

La “destrucción creativa” impulsa la aparición de nuevas tecnologías y procesos llevando a la obsolescencia cualquier innovación anterior. En un abrir y cerrar de ojos, por ejemplo, pasamos de tener un simple teléfono celular, a uno que es cámara fotográfica y de video, y en el que se puede trabajar como en una computadora.

Los más chicos desconocen lo que fue un rollo de película y pocos saben amarrarse las zapatillas deportivas, pues la mayoría no trae pasadores; otros no tienen idea de leer la hora en un reloj convencional porque la moda es el digital, que además te dice cuántos pasos caminaste, cuánto dormiste y te recuerda las actividades del día con alarmas. Las balanzas además de los kilos, pesan la cantidad de agua en el organismo y miden la relación grasa-músculo. Y todo pasó mientras que nuestros televisores se hicieron planos y con una calidad de imagen, color y sonido, jamás imaginada.

Los países que no se adaptan a la dinámica de la ‘destrucción creativa’ desaparecerán sumidos en la miseria como está pasando con Cuba y ocurre en Haití. Las empresas deben abrazar, también, ese concepto, y cerrar sus líneas tradicionales de negocios poco rentables, y atreverse a crear otras novedosas y capaces de seguir el acelerado ritmo de nuestros días. Para crecer y no desaparecer hay que destruir y crear algo mejor que sea necesario para los consumidores, cada vez más exigentes y cambiantes. Lo mismo vale para los países, si EsSalud es un caos, ¿por qué no crear algo nuevo, que le sirva de verdad a los asegurados?

Dormirse sobre los laureles ha llevado a decenas de instituciones (nuestra Casa de Moneda, por ejemplo) y a empresas a desaparecer, o ser adquiridas por capitales internacionales. Muchas otras quebraron por su propia ineficiencia y letargo al no entender que siendo parte del sistema capitalista debe seguir sus reglas: orden, transparencia y capacidad de enriquecer.

La empresa privada no es una beneficencia para que un grupo de personas ganen sueldos, sino un emprendimiento que debe enriquecer a sus propietarios para poder elevar la calidad de vida de sus trabajadores. Igual ocurre con los países, cuyas oficinas y servicios deberían ser capaces de generar ganancias y no depender exclusivamente de los exprimidos contribuyentes. La “destrucción creativa” garantiza una larga y sana vida nacional y empresarial. Se trata de cambiar para mejorar. Y en este esquema no hay espacio para el miedo.

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