Desde Rusia con amor
Así se llamó una vieja película de James Bond cuyo título hoy no solo es falso sino ridículo. ¿Qué amor puede haber dentro y fuera de Rusia? Su presidente Vladímir Putin, todavía en el poder, ha dirigido nuevamente un mensaje por TV en el cual reclama el apoyo del pueblo ruso y por cierto califica de traidor a Prigozhin, jefe de los rebeldes mercenarios Wagner. Este con sentido pragmático decidió asilarse en Belarus (Bielorrusia) con la promesa de su presidente Lukashenko, aliado de Putin, que se respetará su vida y libertad. Algunos analistas de la inteligencia norteamericana lo consideran un “muerto caminante”.
Quizás sea así, pero debemos tener presente que el gobierno norteamericano fue sorprendido por la rebelión de ese ejército mercenario, que no solo tomó la ciudad de Rostov, en el sur de Rusia, sino avanzó hasta llegar a 200 kilómetros de Moscú. En estos momentos se ha restablecido lo que eufemísticamente podría llamarse normalidad, pero nada ni nadie puede garantizar que se mantendrá un precario statu quo dentro y fuera de Rusia.
En primer lugar Wagner fue la tropa más efectiva en la agresión contra Ucrania, lo cual probablemente desató la cólera de las fuerzas regulares del ejército ruso bajo la conducción del Ministerio de Defensa. Esa rivalidad o fastidio recíproco ha sido probablemente la causa real del levantamiento de Wagner. El presidente Biden, acaba de señalar que es un problema interno ruso en el que los Estados Unidos no intervendrán en ningún sentido, excepto para apoyar el esfuerzo defensivo de Ucrania. Al mismo tiempo le dio a entender a Volodímir Zelenski que él adopte una actitud similar, con la obvia excepción que continúe la lucha para defenderse de la agresión rusa y asimismo que recupere aquellas zonas aún ocupadas por las tropas del ejército invasor.
Muchos se preguntan si la debilidad interna del gobierno ruso de Putin se refleja en la fortaleza de su posición externa. Es obvio que esa resulta una de las primeras consecuencias de la frustrada rebelión de Wagner. Un gobierno que no es capaz de controlar a sus propias fuerzas de combate inevitablemente se debilita en el exterior. Quien lo debe estar pensando es el presidente Xi Jinping, que hasta ahora mantiene una actitud de discreto apoyo a Putin, pero que debe tener en cuenta su relación con los Estados Unidos si ataca a la isla de Taiwán, que definitivamente cuenta con un aparato defensivo muy superior al de Ucrania. A lo cual se debe agregar que solo es posible invadir Taiwán con una compleja operación aeronaval de incierto resultado.
Así las cosas, ¿qué podemos sacar en limpio de este complejo tablero de ajedrez? Hay varias consecuencias que se reflejan a primera vista: 1) la debilidad interna y externa de Rusia tanto estratégica como económicamente; 2) las fuerzas defensivas de Ucrania bajo su presidente Zelenski tienen la extraordinaria oportunidad de rechazar la agresión rusa y salir victoriosos en el empeño en la medida en que se limiten a ese limitado objetivo; 3) la probable calma de China hasta que se tranquilice la situación interna de Rusia y Putin recupere su poder total o parcialmente; y 5) el fortalecimiento de los Estados Unidos y por cierto de la OTAN en el escenario europeo y mundial.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.