Desatorador de wáteres
Tuvo un final imprevisto la presentación de la presidenta del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez, exponiendo su plan general de gobierno esta semana. La muerte súbita del congresista Fernando Herrera de la bancada oficialista aplazó el debate por el voto de confianza -que la premier, en un trabalenguas convirtió en “cuestión” de confianza-.
Para añadir más problemas a su presentación, el presidente de la República hacía un llamado público en una plazuela del norte para estatizar el gas de Camisea y ponerlo al “servicio de todos los peruanos”.
Luego el ministro de Economía y el propio presidente salieron a versar el significado de “estatizar”, asimilándolo al de “masificar”. Apenas unos días antes, el mismo presidente había participado de un foro internacional con la Cámara de Comercio de los Estados Unidos instándolos a invertir en el Perú, mientras que en el sepelio del malogrado parlamentario el presidente convocó a la unidad nacional, aunque allí también se habló de una nueva constitución, lo que Mirtha Vásquez matizó en su discurso como un “nuevo pacto social”, sin mencionar las palabras constituyente y nueva constitución.
Como se puede apreciar, el gobierno carece de un mensaje claro que dirigir a los gobernados y parece segmentar el discurso que en tiempos de comunicación global y por redes ya no funciona, pues lo que se dice en el norte ante un puñado de ignorantes repercute en Lima y en los Estados Unidos que no terminan sabiendo a qué atenerse cuando el presidente habla.
Así como señalé al principio de este gobierno en este mismo diario, que dos cabezas no podían gobernar y una iba a terminar cayendo -la de Bellido/Cerrón que han reducido su cuota de poder en el régimen que ellos ayudaron a consolidar-, tampoco puede existir dos mensajes tan equidistantes entre sí de parte del mismo presidente.
Otro ejemplo: un día anuncia el nombramiento de asesor presidencial de Ricardo Belmont, para al día siguiente mandarlo a su casa sin nombramiento alguno ya que doña Mirtha se negó a firmar como corresponde a la orden del presidente mediante una resolución suprema. ¿Qué se le puede creer entonces a Pedro Castillo? ¿Quién manda a quién en el gobierno? ¿Será cuestión de ver todos los días cómo él y la premier se jalan la alfombra mientras gobiernan cuando uno dice A y la otra Z? Otro asunto es cómo los caviares le han armado a un huérfano Castillo el gabinete casi completo. Esto fue entera responsabilidad de Perú Libre que no tuvo la visión ni profundidad de miras para dotar a Castillo de un gabinete medianamente decente. Con decente me refiero a eficiente y esto porque no tenían los cuadros necesarios para ello.
Lenin, al que tanto le gusta citar al doctor Cerrón, tuvo que reclutar a regañadientes a la antigua aristocracia zarista para que haga funcionar el país tomado por el bolchevismo, sin lo cual no hubiera sido posible mantenerse. Cerrón quiso meter de un solo golpe a toda su gente que poco o nada sabe del manejo de la cosa pública a no ser por la emisión de brevetes y el resultado fue la expectoración de Bellido y compañía del gabinete. La derecha tampoco tiene derecho a quejarse de por qué Cerrón o los caviares se reparten los cargos públicos.
¿Acaso empresas reconocidas de head hunters y lobistas no ofrecían y armaban el paquete completo de gobierno de varios de los últimos mandatos en el Perú, que venía con el combo todo terreno de prensa y opinólogos y consultorías incluidas? Nombres no faltan y todos saben en la derecha exactamente quiénes son. ¡Así que “calzón con bobos” a estas alturas...! Perú Libre cometió un error al no abrir la baraja de la toma y daca y no llamar a gente de otros ámbitos distintos al de sus estrecheces de miras ideológicas.
En el parlamento el resultado fue atroz: siendo la primera minoría no consiguieron ni un miembro en la mesa directiva ni ninguna comisión importante dada la impericia de sus asesores. Ahora también se han quedado sin Consejo de Ministros y así seguirán mientras no cambien de actitud, mientras los caviares ya se enquistaron y empezarán a repartir canonjías a diestra y siniestra que es lo mejor que saben hacer.
Me quedo con la frase de un cazurro y viejo amigo mío, experto en menesteres parlamentarios: cuando se te atora el wáter, no le preguntas al gasfitero de qué tendencia política es o a qué congregación religiosa pertenece. Lo llamas porque es bueno en desatorar wáteres. Una lección que todos los partidos deberían aprender en el Gobierno y en el Congreso.
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