Depresión
¡Depresión! Palabra de nuestros tiempos, mal que ha llevado a muchos hacia la otra dimensión; conocemos a la depresión por medio de alegorías, los poetas y escritores intentan describirla con palabras, los artistas plásticos a través de las imágenes; uno de los propósitos del arte es, precisamente, describir las emociones. Muchas veces aparentamos una fortaleza inquebrantable, pero las pérdidas nos hacen volver a nuestra naturaleza genuina; la pérdida de los seres queridos, en muchos casos, acarrea la pérdida del interés por todo, ya no se quieren hacer las cosas que antes se hacían, sin saber el porqué; es decir se pierde la vitalidad; esto me lleva a colegir que el opuesto de la depresión no es la felicidad, es la vitalidad.
Conozco personas que se aíslan, inclusive ya ni contestan el teléfono, otras dejan de alimentarse; estas cuestiones aparentemente sencillas o risibles, en realidad son muy pesadas para una persona deprimida; y, al no ser entendidos y comprendidos emprenden el rumbo hacia la nulidad: se sienten cada vez menos. Con la depresión viene la ansiedad, esa sensación de tener miedo todo el tiempo, sin saber siquiera a qué se le tiene miedo, el camino sigue conduciendo al cuestionamiento de la vida misma, la única ancla es el no lastimar a los seres queridos.
En nuestro país, no se toma -todavía- plena conciencia de esta enfermedad, las compañías de seguros no cubren este tipo de males, los medicamentos y las terapias son costosos; los estudiosos no se han puesto de acuerdo si es más importante el medicamento o la terapia, lo químico o lo psicológico; por otro lado, no estamos avanzados ni en el campo químico ni en el campo psicológico para enfrentar a este padecimiento; y si a ello le sumamos el carácter y la personalidad del paciente, la situación se agrava más aún. Actualmente, los tratamientos que se tienen para la depresión son muy costosos, poco efectivos y ocasionan innumerables efectos secundarios; aunque hemos avanzado considerablemente, hoy estamos mejor que hace 30 años y tenemos la esperanza que dentro de 30 años estaremos mejor que hoy.
Comúnmente se cree que la depresión solo afecta a las clases acomodadas; sin embargo, esta llega a atacar hasta a los indigentes, y estas personas no reciben ningún tipo de tratamiento, nadie hace nada por ellos; nuestro país ya tiene una epidemia de depresión, sobre todo en la gente de escasos recursos, este grave problema no está siendo considerado, menos tratado; las consecuencias ya las estamos viendo a diario en los noticieros. La tristeza, la pena y la depresión, no hacen distingo entre las personas; todos tenemos preocupaciones: pérdida de empleo, ruptura de una relación, enfermedad de un familiar, la contaminación, el calentamiento global, etc.
Cada persona cuenta con un mecanismo de resiliencia, algunos enfrentan el problema y lo vencen, otros prefieren huir o esconderse, hay quienes asumen la afección, la toleran y logran la capacidad de recuperarse. Quienes conozcamos a una persona deprimida, o la tengamos con nosotros, debemos asumir que se trata de una enfermedad que requiere tratamiento, muchas veces largo, procuremos convencerla de que se someta al tratamiento, dediquémosle tiempo, no la agobiemos con consejos, hablémosle siempre de cosas positivas. Una vez superada la depresión, la vida tendrá más y mejor sentido, y en esa tarea, los seres queridos juegan un rol trascendental, son la compañía necesaria en este largo y difícil viaje.