Demasiado fácil
Como hemos venido sosteniendo desde hace ya bastante tiempo, nadie se quiere percatar que el comunismo viene desarrollando una guerra política manejando tiempos, sujetos y circunstancias para obtener el absoluto control de la institucionalidad estatal y, desde allí, someter a las entidades del sector privado, por las buenas o por las malas, para obedecer las nuevas reglas que se establezcan conforme a la ideología totalitaria que ya conocemos, cuyos resultados en otros países también son más que evidentes.
Es una verdad incontrovertible que en este tipo de guerra es prioritaria la destrucción de la fuerza moral en las instituciones y en la sociedad porque cualquiera que posea fuerza material, por más grande que esta sea, si no se sostiene en la fuerza moral no servirá para nada porque frente a ella se levantará un muro social levantado a punta de sacrificio mediante convicciones morales imposibles de vencer. A eso se debe que, en un conflicto bélico, lo que más se trabaja, es la fuerza moral de la tropa que debe creer que su lucha y la ofrenda de su vida valen la pena porque defienden intereses superiores porque, de lo contrario, el desánimo y la dejadez darán paso a masivas deserciones.
El país se ha visto envuelto desde la asunción al poder de este gobierno, en escandalosos actos de corrupción cuya publicidad nunca frenó el avance totalitario del comunismo en la infiltración institucional y la toma progresiva de los más importantes sectores del Estado.
Todo régimen totalitario considera a la corrupción no como una plaga a combatir sino como un instrumento que, utilizado adecuadamente, le servirá para destruir toda fuerza moral en las instituciones a fin de generar un desánimo y frustración social de enormes dimensiones, cuando desde los sectores de oposición la gente descubra que no tiene líderes y que los que se mostraban como tales, no eran sino envolturas llamativas que por dentro no contenían sino alfeñiques morales y funcionales.
Muy fácil le ha sido al régimen inmovilizar al Congreso fraccionándolo con topos infiltrados en todas las bancadas mediante un brillante manejo delincuencial de los fondos públicos para corromperlos, conociéndose por ahora la existencia de los llamados “niños” y las groseras votaciones de blindaje a favor del Ejecutivo, cuya cúspide de la vulnerabilidad moral ha sido el evento del Hipódromo de Monterrico, lo que nos ha traído el recuerdo de la famosa historia de la entrega de boletos para el teatro a militares que podrían entorpecer el desarrollo del golpe militar del general Velasco.
Ya ni hablar de las FFAA cuya humillación pública al acatar la orden de renunciar a sus paradigmas de valor y honor en la lucha antiterrorista, ha sido una vergüenza nacional.
La fiscal de la Nación se ha quedado sola y sus investigaciones serán aplastadas por un Congreso ya tomado.
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