¿Del lobo, un pelo?
La mafia ganó la batalla. La administración Vizcarra fracasó en su intento de replantear el juego político en medio de una crisis de ingobernabilidad exacerbada por los destapes de Lava Jato, Los Cuellos Blancos del Puerto y del Club de la Construcción. La ingenua esperanza de esperar que una clase política -embarrada hasta el tuétano en estos casos de corrupción suprema- abandone su estrategia para encapsular de impunidad a sus organizaciones, líderes y operadores, por un autolavado gástrico anticorrupción, se convirtió en una nueva frustración ciudadana.
Herida de muerte, la administración Vizcarra trata de conseguir del lobo un pelo: intentar impedir que la mayoría que controla el Congreso de la República no designe a sus futuros blindadores en el Tribunal Constitucional. Su última bala es apelar a la misma Caja de Pandora: una cuestión de confianza más, que -para efectos reales- suena a parodia de Los Chistosos.
La desesperación de la mayoría congresal por seguir avanzando a trancos largos hacia su objetivo de impunidad, revela la magnitud de la corrupción enquistada en nuestra clase política. Tal como lo habíamos advertido meses atrás, la estrategia de la mafia apuntaba a retomar el control de lo perdido (los puestos claves en Fiscalía, la Corte Suprema y el Tribunal Constitucional) y a eliminar ipso facto a los fiscales y jueces que se atrevieron a acusarlos y exigir prisiones preventivas, así como a esa espada de Damocles llamada colaboración eficaz y su zaga de acuerdos de delación premiada con parte de la mafia.
La historia registrará, una vez más, cómo la clase política prefirió salvar a sus corruptos antes de ir por el largo camino del fortalecimiento de los partidos y movimientos representativos de la ciudadanía. Ir por este camino significaba una profilaxis interna, expulsar a quienes osaron rendirse ante las tentaciones mafiosas, y promover nuevos liderazgos que intenten recuperar la confianza ciudadana en ellos.
Sin embargo su victoria será pírrica. El olor a podredumbre que emana de estas acciones en busca de impunidad sólo abona a los intereses de quienes intentan desde hace tiempo convertir al Perú en otra Venezuela. Ya los hijos intelectuales de Chávez, los hermanos de conciencia de Maduro y los primos de sangre de Evo Morales, se frotan las manos y ven la forma de aprovechar al máximo este desmadre de la mafia. La democracia está en riesgo. Paradójicamente la propia clase política viene cavando su propia tumba. Mientras tanto, la mafia se mata de la risa. ¿Y los ciudadanos?