Del dicho al hecho
El título es el mismo de la tercera parte del Mensaje de la Nación de Dina Boluarte. Aunque estas palabras no lograron cautivar a sus oyentes, dejó un mensaje subyacente para la propia mandataria: Hechos concretos, similar al lema de Odría, “Hechos y no palabras”. El extenso discurso duró más de tres horas. La extensión y la estructura del documento diluían el mensaje y provocaban fatiga.
Nos sumergió en la historia peruana para determinar si había batido el récord. El galardón aún pertenece a Manuel Prado y Ugarteche, con un discurso de 212 páginas. Durante los 100 primeros años de la República, los discursos solían superar las 100 páginas. Bolaurte, sin embargo, logró dar el segundo discurso más largo de la historia con 72 páginas, cifra que supera el limite máximo de 50 páginas que se ha observado en la segunda mitad de nuestra historia.
Boluarte dejó muy clara una señal: su meta es presidir hasta 2026 con el respaldo del Congreso. De manera innecesaria, la mandataria demostró un afán por tener logros, mencionando las obras iniciadas en su gobierno y varias metas de trabajo. A diferencia de la situación del 31 de enero, en la que pedía una Asamblea Constituyente y un adelanto de elecciones, ahora nos habla de la Reconciliación Nacional. Esto brinda un sentido de mayor estabilidad que debe preservarse por el bienestar del país. ¿Pero realmente el discurso cumplirá con las expectativas? Lo más probable es que no, pero deja mucho terreno para cambiar la agenda de manera imprecisa. La mandataria debe centrarse en conseguir potencialmente 2 o 3 logros importantes durante su gobierno y aún está a tiempo de hacerlo, modulando mejor los mensajes más importantes.
Primero, un decidido impulso a la inversión privada para la reactivación real de la economía. Gran parte de conseguirlo parte de la imagen que estamos proyectando en el exterior y no solo internamente. Tenemos una labor tímida de la Cancillería que se dedica únicamente a patrocinar los procedimientos diplomáticos para recuperar la presidencia de la Alianza del Pacífico, la Comunidad Andina y la OCDE. Sin dejar de ser importantes, lo estratégico es rescatar la promoción estratégica del país como destino de inversión, explicando las principales medidas de impulso de proyectos de infraestructura, las garantías de seguridad jurídica y estabilidad para las inversiones, así como las medidas de la administración pública a favor de la seguridad, la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, que necesitan ser más desarrollados.
De igual forma, es importante que se conviertan en hechos concretos para impulsar la inversión privada en proyectos de infraestructura que fueron postergados, como son los nuevos hospitales y centros de salud mental, centrales de energía, cárceles, la petroquímica del sur, Chavimochic, la Línea 2 del Metro, el Anillo Vial Periférico y el Fideicomiso de Titulización público-privado para el Impulso a la infraestructura que beneficia a la Municipalidad de Lima, entre otros. Sin embargo, la presidenta debió exhortar al Alcalde de Lima a no quebrar el orden constitucional y el Estado de derecho que ampara el arbitraje en el respeto de los Contratos Ley.
Segundo, una reforma del Estado. Muchos intentos desde hace décadas están inconclusos. El Gobierno no puede proponer cambios que no se encuentren alineados a la misión del Estado que es promover políticas claras de predictibilidad y tener al ciudadano al centro. Más allá del discurso, el servicio público debe empezar a ser meritocrático, transparente, eficiente y respetado por los ciudadanos. El Estado debe fijar metas y reglas claras. El plan Con Punche Gerentes para mejorar la gestión regional de la inversión pública con 300 gerentes puede aportar eficiencia.
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