¿Dejadez o temor?
El plagio de Pedro Castillo y su esposa constituye un delito penado con cárcel, como han precisado varios abogados. La transgresión fue cometida hace una década, es decir, no es una fechoría realizada en el ejercicio de sus funciones.
A estas alturas -aunque la fiscalía, que siempre es lenta con los que detentan el poder, dice que iniciará una investigación-, ya no caben dudas del plagio. A la revelación de Panorama que descubrió que más de la mitad de la tesis había sido copiada sin citar a los autores originales, se sumó la de Beto a Saber, que destapó varios hechos: el supuesto asesor nunca asesoró nada, y dos de los validadores fueron inventados (nombres, DNI, números de teléfono).
Es decir, es evidente que se trata de un fraude cometido para lograr, como advirtió un reportaje de Claudia Toro, un sustancial aumento de sueldo con un cartón bamba, que reportó a los beneficiarios medio millón de soles obtenidos ilegalmente de las arcas del Estado.
Esta y varias otras denuncias que involucran a Castillo como el jefe de una banda ocupada del sistemático saqueo del presupuesto público, ha producido un caso inédito en la historia republicana, como ha recordado el abogado César Nakazaki: un presidente en ejercicio investigado por múltiples casos de corrupción por la fiscalía.
Otros presidentes han sido investigados y procesados después de concluir sus mandatos. Pero nunca se había visto algo como lo de ahora, con la fiscalía allanando Palacio de Gobierno en varias oportunidades y, además, descubriendo inexplicables fajos de billetes en la oficina del secretario del presidente.
Pero no solo se trata de una gavilla de facinerosos que han capturado el Estado y lo están desvalijando, sino que se trata de una pandilla que tiene explícitos y declarados propósitos políticos, instaurar una dictadura chavista, el socialismo del siglo XXI, en el Perú.
Algunos ingenuos insisten en negar esto último y tratan de convencer a los ciudadanos de que son solo rateros de poca monta. No es así. De hecho, ahí está el ejemplo de Vladimir Cerrón. Nadie puede negar que es un individuo ideologizado que quiere convertir al Perú en otra Cuba. Y es a la vez un corrupto, sentenciado con muchos procesos más en el horizonte.
Ese es exactamente el caso de Venezuela, Nicaragua y Cuba, donde dictaduras corruptas se mantienen en el poder mediante la represión más brutal, al tiempo que las camarillas dirigentes se enriquecen descaradamente.
El asunto es que ellos siguen avanzando, impunemente, en sus propósitos, capturando todos los puestos en el aparato estatal, promoviendo el narcotráfico y, como bien ha señalado Lourdes Flores, intentando desmembrar el país con el cuento de la plurinacionalidad.
Un organismo que podría detener este desastre, el Congreso, está dominado por una mayoría comprada y, como dice Mario Ghibellini, no es la solución sino “es una parte esencial del problema”. Mientras tanto, otras instituciones de la sociedad y el Estado observan impertérritas -o temerosas- la destrucción del país.
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