ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Dejadez o desgobierno

Imagen
Fecha Publicación: 19/02/2025 - 22:50
Escucha esta nota

Desde 1983, año en que se produjo la mayor afectación poblacional en el norte del país por el Fenómeno del Niño, todos sabemos que cíclicamente, en períodos cortos, las lluvias, huaycos e inundaciones vienen produciendo los mismos efectos, a veces más graves y otras menos graves, pero siempre tenemos ciudades destruidas, inundadas, con amenazas de epidemias, sistemas de agua y desagüe colapsados, carreteras cortadas, puentes debilitados o arrasados y a todo el Perú con los caminos cortados y a los peruanos sufriendo las de Caín para ir de un lado a otro por vía terrestre, con transporte aéreo insuficiente y con cancelaciones por mal clima, que es el pan de cada día.
Obviamente, esta situación tiene efectos económicos adversos porque el país sufre un alto nivel de paralización en el tránsito de personas, vehículos, bienes y servicios, lo que conlleva altos riesgos en el intercambio comercial y de producción, con el consiguiente aumento de precios y los riesgos de cumplir con las cuotas de exportación por las dificultades de acceso a los puertos y aeropuertos.
Nos hemos escandalizado con el derrumbe del puente de Chancay, con la destrucción de vehículos y muertes, pero no hemos recibido un mensaje coherente de evaluación integral de la capacidad operativa de toda la red vial del Perú, resultando, por no decirlo brutalmente, una ingenuidad de la señora presidente al prometer la revisión a posteriori de todos los puentes existentes en el país que, de realizarse, tal vez terminen de hacerlo el próximo siglo en un escenario de corrupción e ineficiencia cuyos niveles ya son de escándalo mundial.
No es posible que tengamos carreteras construidas hace más de cincuenta años, cuando los buses y camiones no transportaban un peso mayor a diez o trece toneladas, pero que, con el paso del tiempo, el incremento de la población y el avance tecnológico, la frecuencia de los viajes se haya incrementado violentamente y los antiguos puentecitos soporten estoicamente el paso de camiones con más de treinta toneladas de peso. Es un milagro que, por ejemplo, en la carretera Lima – Pucallpa, todavía existan estos heroicos puentes que resisten este gigantesco embate.
Pero no se trata solo de puentes, porque si la población ha crecido desde los diez millones a treinta y tantos millones desde 1970 hasta la fecha, este hecho significa que la flota de vehículos también se ha incrementado al crecer la oferta y la demanda de bienes y servicios, de modo que ya no es un problema solo de puentes, sino de extensiones y dimensiones de vías.
Así como necesitamos un aeropuerto de dos pistas (aunque ya la construcción se está demorando casi treinta años), nuestras carreteras requieren convertirse en autopistas, eliminándose las de una sola franja, porque hay procesiones de camiones que van jalando hasta tres carrozas, bloqueando la fluidez del tránsito y provocando, en cada curva, un mar de congestiones.
Nadie tiene visión de futuro y, por ende, nada se planifica. Dinero hay. La corrupción se lleva cada año siete mil millones de dólares.

Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.