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De padres de la patria a niños

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Fecha Publicación: 11/08/2022 - 22:50
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La crisis de partidos iniciada a finales del siglo XX reconfiguró la política peruana, haciendo que hoy esta se enmarque en redes clientelares que se han ido consolidando.

Las votaciones en el Parlamento ya no responden a consensos partidarios, y los cambios de bando político que hace algunos años hubieran escandalizado a toda la población y hubieran sido tildados de transfuguismo, se han normalizado. Los actores políticos ahora son representativos de intereses concretos y grupos específicos, que pueden adecuarse a diversos discursos políticos según sus necesidades.

Esto no ha sucedido de la noche a la mañana, ha sido un largo proceso, que en retrospectiva puede verse con cierta facilidad, en los acontecimientos políticos que ha vivido el Perú desde poco antes de iniciar el siglo XXI.

El liberalismo económico fue la consigna, bajo la idea, tal vez cierta, de que el Estado es mal administrador, por lo que no debía intervenir en el mercado, lo cual se fundamenta en la creencia de que el ser humano es nocivo para el resto de los seres humanos, por lo que no puede ser juez y parte.

Este proceso, que vino acompañado de contenidos liberalizadores que llegaron gracias a la televisión por cable y el internet, terminó generando un fuerte individualismo, que confluyó con la construcción de un Estado tecnocrático, trayendo como consecuencia partidos políticos también tecnocráticos o de cuadros, y ya no de masas. Los “académicos”, los “especialistas”, dominan la política actual, lo que parece haber llevado a pensar a los políticos que ya no dependen de una base social partidaria, sino que ellos mismos representan los intereses necesarios para lograr sus cuotas de poder.

Hace algunos años se prohibió la reelección de autoridades en todos los ámbitos, dificultando la posibilidad de generar espacios de desarrollo político como parte de un proyecto de vida. En el caso del Parlamento, que no tiene posibilidad de reelección inmediata, muy probablemente esto haga pensar a cualquier parlamentario en su futuro político, pues, aunque sea difícil de entender por quienes ven estas dinámicas desde afuera, el hacer política implica un trabajo de tiempo completo.

Si la reelección parlamentaria no es viable, entonces solo les queda postular a algún cargo en sus regiones para así mantener vigencia y continuar desarrollándose. Este contexto facilita el acercamiento con el Ejecutivo, pues el presupuesto para obras depende del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), y es bien sabido que los alcaldes de todo el Perú visitan a los parlamentarios que representan a sus regiones, para solicitarles que intercedan ante el MEF a fin de que sus obras prosperen.

Estos acercamientos con el Ejecutivo y la volatilidad política de los actores se dan porque los partidos actuales, al ya no depender de bases sociales (en la mayoría de los casos) sino de redes clientelares (lobbies, puestos de trabajo, becas, etc.), buscan personalidades que les aseguren votos y, con esto, vigencia política, sin que su permanencia sea particularmente relevante. Razón por la cual vemos cómo los políticos saltan de un partido a otro de elección en elección.

Este fenómeno ya se veía en el gobierno de PPK, cuando los mamanivideos demostraron cómo negociando la ejecución de obras, el Ejecutivo ponía de su lado a ciertos congresistas. Lo que en los 90 eran quince mil dólares, hoy son obras de miles de millones, que muy probablemente se verán teñidas de corrupción.

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