De Meloni a López Aliaga
En Italia gana la derecha porque Giorgia Meloni ha devuelto al pueblo la esperanza de reconstruir un sistema oprimido por el globalismo, el discurso marxista, la corrupción y la ineficiencia, a partir del privilegiamiento de los principios de Dios, patria y familia. Por equivalentes razones Rafael López Aliaga debe ganar la alcaldía metropolitana de Lima.
Meloni, mujer joven, proveniente de la Garbarella, el barrio pobre de Roma, ha sido muy precisa: ofrece una política económica y social prudente, liberal en cuanto al mercado pero esencialmente conservadora en la recuperación de los valores fundamentales italianos frente a una Unión Europea cada vez más delirante en su compromiso con la satánica agenda 2030, que propone un mundo donde se eliminarán las identidades nacionales y las libertades individuales a cambio de un igualitarismo disfórico, regido por la hipertecnología y la aberrante ideología de género.
En suma, la nueva Primer Ministro italiana simboliza hoy el retorno a los orígenes de la auténtica democracia.
Correlativamente Rafael López Aliaga se yergue en estas elecciones municipales como el único candidato decente, eficiente y democrático. Decente porque a lo largo de su vida ha demostrado ser honesto y coherente desde su opción católica, dentro de la cual es intachable al margen de las caricaturas que hace la progresía caviar para intentar ridiculizarlo como cucufato y ultraderechista. Eficiente por su trayectoria profesional y empresarial que no ha sido manchada por falsas imputaciones como las inexistentes deudas con la Sunat. Y democrático porque su discurso ideológico y programático es preciso en su defensa de las libertades fundamentales, del sistema republicano liberal y su feroz oposición tanto al comunismo cuanto a la progresía gramsciana, pasando por su lucha a pecho abierto contra la corrupción no solo del gobierno actual, sino también del ultramercantilismo de las grandes corporaciones.
Cierto, López Aliaga no es necesariamente simpático como candidato y puede tener actitudes hepáticas destempladas, pero ha pedido disculpas y hoy representa la alternativa de gestión profesional y de visión de desarrollo integral para convertir en potencia mundial a una Metrópoli agonizante desde que partió Castañeda Lossio. Y también representa el equilibrio político para una nación cada día más destrozada por el castillismo. No hay alternativa, salvo que alguien quiera apostar por un arquero de discurso limítrofe, por un procesado por asesinato, por otro acusado de acosador sexual de su propio hijo o por cómplices no tan indirectos de la corrupción de Castillo.
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