De mal en peor (II)
En la primera parte de este artículo señalé datos objetivos que demuestran que tanto P. Castillo como su mentor V. Cerrón resultan teniendo cada uno su propia agenda. Ello más allá de la evidente liviandad inicial del chotano en el andamiaje partidario del chupaquino, fragilidad que se ha ido convirtiendo en autopercepción de peso propio del primero luego de asumir el más alto cargo público al servicio a la Nación.
Sin duda la situación antes descrita, además de la evidente incapacidad y relativismo ético imperante en ambos bandos, anuncia un ambiente de controversia y fisuras internas que más que alegrar a quienes como yo confiamos en que una pronta y cabal investigación desvelará el fraude con el cual llegaron al poder con la por lo menos indiferencia -sino complicidad- de las autoridades llamadas a custodiar el respeto a la voluntad popular, resulta preocupante por los efectos previsiblemente negativos que vienen teniendo y tendrán en la gestión pública, ya afectada por la crisis social y económica heredada de la deficiente gestión ejecutiva de los últimos cinco años y la incertidumbre consustancial al marxismo empoderado y, peor aún, anunciador de malas nuevas como aquellas de una asamblea constituyente, bonos indiscriminados y “sorpresas” para los sectores productivos y comerciales.
A este panorama desalentador obedece el rosario de designaciones en los más altos cargos públicos de estas semanas, con personajes que en su mayoría tienen serios cuestionamientos legales y morales, vinculados a delitos graves como terrorismo y violencia familiar, y sin mínima experiencia o capacidad para asumir las funciones ni merecer la remuneración que el cargo supone. Inclusive, a sabiendas que con esa plantilla de ministros, viceministros y asesores –aparte de los demás burócratas de confianza- deberá presentarse el Consejo de Ministros ante el Congreso de la República, para exponer y debatir la política general del gobierno y solicitar y obtener el voto de confianza de la representación parlamentaria.
Ya sufrió el gobierno la baja nada menos que del canciller, que nunca debió ser designado, y se rumoraba ayer, mediando dos días para la presentación del gabinete en el Congreso, la salida de seis ministros entre ellos del propio jefe del gabinete ministerial, con lo que se vislumbraba la crisis total de ese cuerpo ejecutivo, ya que constitucionalmente los ministros son designados por el presidente de la República a propuesta y con acuerdo del presidente del Consejo de Ministros.
Con significativa inflación y devaluación ya declaradas y una tercera ola de contagios covid-19, es indudable que estamos retrocediendo en institucionalidad y bienestar.
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