De las grandes potencias depende la paz mundial

Luego de conocer la información periodística respecto al conflicto entre la Federación Rusa y Ucrania, que se mantiene por más de tres años, con toda su secuela de muertes de uno y otro lado, así como los daños materiales que vienen generándose, y que afectan el diario vivir de las poblaciones afectadas; y, asimismo, el desproporcionado enfrentamiento entre Israel y Palestina, en el que se calcula que más de 53,000 personas han fallecido en Gaza, aparte de las más de 120,000 que vienen sufriendo de hambre y desnutrición como consecuencia del referido conflicto, es urgente plantearnos la interrogante de qué está pasando con aquellas autoridades que dirigen las grandes potencias y, por consiguiente, controlan también los organismos internacionales que, se supone, deben ser los defensores y celosos guardianes de la paz mundial.
No es necesario ser un destacado internacionalista o ser un informado analista de la política interestatal para darnos cuenta de que el mundo o la sociedad internacional gira en función de los intereses de los países que tienen como fuente de inspiración y preocupación mantener un equilibrio engañoso, en el que se conserve y mantenga una realidad en la que viene importando muy poco la vida de millones de personas que no encuentran explicación del porqué tienen que vivir expuestas al capricho y objetivos inhumanos de los que dirigen los países que tienen el control de la comunidad internacional.
Cientos de miles de millones de dólares se invierten en la fabricación de material bélico, que se distribuye entre los países que se encuentran en conflicto, mientras otros cientos de millones de personas de muchos pueblos del mundo sufren de hambre y miseria que no les permite vivir, o sobrevivir, con algo de dignidad; es el escenario que hoy nos toca observar y que, por lo que se calcula, no existe una cercana posibilidad de que cese, o estemos en camino a lograr revertir esa realidad.
Bajo el pretexto de conservar la democracia en el ámbito nacional, en algunos Estados cuyos gobiernos se han apartado de utilizarla como estructura de poder, se vienen aplicando los bloqueos económicos y de provisionamiento de artículos de primera necesidad como instrumento de presión a aquellas autoridades que se caracterizan por ser autoritarios y/o dictadores, en desmedro de la salud y bienestar de los sectores poblacionales. O, lo que es lo mismo, el principio de libre determinación de los pueblos queda siempre como una simple declaración. Pues, en ese sentido, se continúa actuando, por parte de los países que tienen el manejo de la sociedad internacional, orientados bajo el criterio de que la democracia hay que imponerla, si es que no se aplica como ellos quieren. Allí está la explicación del porqué no funciona en muchos países del orbe.
El recientemente elegido Sumo Pontífice, el Papa León XIV (peruano-norteamericano), que desde que asumiera tan importante misión apostólica viene promoviendo la necesidad de que en el mundo se alcance una paz verdadera, tendrá que bregar mucho para lograr que la conducta y comportamiento de los gobernantes de las grandes potencias comiencen a cambiar de actitudes y aspiraciones, que permitan que, en lugar de continuar orientando su actuación por lograr tener siempre el control de las decisiones dentro del marco de la sociedad internacional, defendiendo sus intereses particulares, lo hagan inspirados en la búsqueda del bienestar general de todos los pueblos del mundo.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. En ese sentido, no hay que perder el deseo de que la posibilidad de lograr que el mundo se desarrolle por un camino distinto del que hoy nos ofrecen los países que, igualmente hoy, los controlan, por lo menos comience en comportarse de una manera distinta a cómo lo vienen haciendo hasta el día de hoy.
Es un derecho humano la convivencia pacífica internacional; en consecuencia, es el deber de todos los gobernantes del mundo orientar su actuación a conseguir preservarla y conservarla, para hacer realidad la aspiración de la actual y venideras generaciones.

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