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De la violencia verbal a la violencia criminal

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Fecha Publicación: 26/05/2021 - 20:10
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Conforme se acerca la hora de retornar a las urnas para emitir nuestro voto en esta segunda vuelta electoral y con ello elegir al gobernante de nuestro país para el siguiente quinquenio, parece que disminuyen las esperanzas de un futuro mejor y que la carencia de un liderazgo integrador es una realidad indiscutible.
Los debates electorales se desdibujan desde el momento en que un candidato no argumenta ni plantea propuestas, sino más bien utiliza recursos retóricos: alude, inquiere, denigra. Esto conlleva a que el auditorio simpatice con el que lance mejores agravios contra su opositor y no con el que mejores propuestas exponga para el futuro. La violencia ha ido en aumento, con inacabables calificativos, dudosas acusaciones y ataques violentos (que naturalmente ya colocan al margen a las minorías).
La actividad política de hoy ha dejado de ser un ejercicio profesional para convertirse en una actividad empírica, oportunista y hasta peligrosa. Es que cualquier cosa es válida con tal de alcanzar el poder. El conocimiento y exposición de supuestos antecedentes, vínculos y hasta de relaciones sentimentales de un candidato es el “bagaje” del que dispone el contrincante. Tal vez por ello no debe extrañar que muchos compatriotas auguren que el 6 de junio se acabará la vida del Perú. En el reciente debate entre los equipos técnicos de ambos candidatos no hemos escuchado qué será de nuestro país de aquí al año 2026, salvo algunas excepciones que han expuesto planes objetivos y puntuales.
Lo más peligroso de este escenario es ver cómo la violencia se ha “formalizado”. Hoy son válidos los insultos (incluso tolerados por los “ismos”), los gráficos, las caricaturas y hasta las fotografías denigrantes. O el doble juicio que motiva discursos, lavado de banderas y marchas en plena pandemia cuando se trata de “unos”, marchas en las que la indignación se muestra al máximo nivel. Pero cuando se trata de “otros”, los truenos y relámpagos pasan a ser más importantes. Hay violencia en la familia, en el centro de trabajo, en la calle y hasta en los que pretenden gobernarnos.
La reciente masacre en la zona del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem) nos demuestra que la violencia terrorista aún está presente. Pero también que existe una “epidemia” que ha logrado propagarse en nuestra sociedad: la intolerancia y el odio. Ambas se han mantenido en el Perú durante algo más de dos décadas y nos permiten apreciar las penosas cualidades éticas de algunos compatriotas que sucumben ante sus ambiciones sin responsabilidad.
La apuesta ciudadana debe ser por una sociedad en paz que nos permita trabajar y crear en libertad y con respeto al “otro”. Llegado el momento de ejercer nuestro derecho a elegir, tendremos que sopesar cuál de los candidatos nos ofrece ese camino. De aquí se explica que el voto, además de un derecho, es una obligación que nos hace corresponsables del destino de nuestra patria.

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