De epifanías y reyes magos
El día de ayer, el mundo católico creyente celebró dos festividades que simbolizan tanto la adoración al Niño Jesús como la revelación del mismo. Por un lado, los festejos realizados en Europa y América Latina buscaron rememorar la travesía llevada a cabo por: Melchor, Gaspar y Baltazar –que, según cuenta la leyenda, hicieron un gran viaje en una época en la que no había otro medio de transporte por el desierto que los camellos y los pasos sólidos de los peregrinos, solo para llegar a adorar, alabar y endiosar a la “divinidad” recién nacida– al llevar regalos a los niños; recordemos que los presentes dados por los llamados “reyes magos” en esa época no fueron otros que oro, incienso y mirra, a diferencia de lo que hoy en día se regala que puede ser tan variopinto como banal. Por otro lado, tenemos la fiesta de la Epifanía del señor que se originó dentro del seno de la Iglesia de Oriente. Y esto porque, a diferencia de Europa, el 6 de enero en otros lados del mundo se celebraba el solsticio, sobre todo Egipto y Arabia, siendo el punto central de los festejos la forma como el Sol logró salir victorioso. Una fiesta heredada –casi arrebatada– de los paganos que la celebraban mucho tiempo antes que los cristianos, llevando a cabo ritos nocturnos en los que exclamaban de manera eufórica vivas en favor de la luz.
Como toda fiesta pagana, estas dos no fueron la excepción y se trató de “cristianizarlas” dándoles no solo un sentido más cristiano sino, también, cambiando la tradición pagana de adoración al Sol por la fiesta creyente de adoración al Niño por parte de los ya mencionados reyes magos, poderosos sabios gobernantes de la antigüedad. De una buena lectura de la Santa Biblia se puede ver que estos reyes vinieron del oriente portando sus presentes guiados por su cultura –la cual no era esquiva a la espiritualidad– que los llevaba a practicar una especial ansia por conocer al ser humano como a la naturaleza sin perder contacto con el dios o divinidad en la que creían. Melchor, Gaspar y Baltazar son nombres que han pasado a la posteridad –como otros tantos nombres que marcan una línea muy delgada entre lo que es real y los mitos que elaboramos para hacer más simbólicas nuestras tradiciones y a manera de entender el mundo que nos rodea como han sido los nombres de Aquiles, Ulises, Manco Capac o Lao Tse, por ejemplo– sus restos físicos han habitado diversos sitios como Constantinopla, Milán y Colonia donde guardan descanso eterno hasta nuestros días.
Ahora bien, planteada esta pequeña explicación, entonces ¿por qué se entregan regalos a los niños en la festividad que se conoce como “Bajada de reyes”? ¿Qué es lo que se busca simbolizar? Considero que el sentido de hacerle regalos a los niños no es otro que el de conmemorar el acto de generosidad tan grande que tuvieron los reyes magos al adorar, nada más y nada menos que, al Niño Jesús; de ahí que hacerles esos regalos a los niños es hacerles vivir de una manera todavía ligada al mundo de la fantasía un acontecimiento que se refleja como una muestra de amor y fe hacia la divinidad recién nacida.
Willy Ramírez Chávarry
Doctor en Derecho, Ph.D. in Business Administration
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