¿De bueyes a toros?
La CADE 2024 ha terminado intrascendente; no por la calidad de sus conversatorios, y tampoco por el irrelevante desplante de Dina, sino por la actitud sempiterna de aquellos ejecutivos que se sientan como el buey a lamerse sus heridas, en vez de protestar activamente contra la calamitosa gestión gubernamental. CADE es foro de altos funcionarios y no de propietarios; por eso termina siendo ámbito de debate más o menos técnico sobre la sobrediagnosticada economía peruana, pero no toma posiciones políticas. Algo que tampoco hacen cabalmente los principales gremios más allá de alguna honrosa excepción.
En la CADE última se ha confirmado lo que todos sabemos: que la solidez macroeconómica y monetaria está amenazada por el gasto corriente estatal y la alarmante indisciplina fiscal; que sigue el ciclo de los súper precios mineros y que el alza del oro y otros metales se mantendrá por las guerras en Medio Oriente y Ucrania-Rusia; que la inseguridad ciudadana se ha convertido en un sobrecosto para las operaciones comerciales; que la corrupción sigue siendo un problema central, etc.
Pero ha habido cierta complacencia en que “a pesar de todo” el país sigue creciendo y que hay optimismo moderado sobre la evolución de las empresas y las planillas para el 2025. Ha faltado una reacción radical de protesta por el hecho de que el PBI crezca (ojalá) a apenas 3% este año, lo que en términos netos sería 2,6% si se descuenta la caída del 2023; no ha habido la exigencia de que se hagan reformas del Estado pantagruélico que pierde 25 mil millones de soles por la corrupción; se extrañó un ukase al gobierno para que recorte los 15 mil millones de soles en consultorías; no se ha exigido que el CCFFAA tome control transitorio del frente interno para parar la inseguridad; no se ha gritado que basta ya de botar el dinero en Petroperú y, en fin, no se ha cuestionado la caída libre en la que está el Perú.
Siguen apostando a obtener magras utilidades de la crisis; no se la juegan, no paran de pecho a un régimen decrépito; no instan a la unidad de la centroderecha; y, como hicieron en época de Vizcarra, hasta piden perdón por meterse en política. Pero ahora que la ley permite que las empresas financien a los partidos veremos si algo han aprendido. Veremos si dejan de ser bueyes para convertirse en toros.
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