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Cuidado con una explosión social

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Fecha Publicación: 06/10/2025 - 22:50
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Hay momentos en el proceso político de las naciones en los que es imperativo exhortar a la prudencia para no desatar crisis de graves proporciones. Hoy, por ejemplo, debemos tener cuidado porque es mucho lo que está en juego para el futuro, mientras que las tensiones sociales acumuladas pueden hacer explosión.
Por tres semanas consecutivas, los colectivos que operan tras la llamada Generación Z están desplegando protestas en las cuales debemos deslindar dos cuestiones fundamentales: de un lado, la justificada ira juvenil y popular contra un gobierno cada vez más incompetente en temas vitales como el de la seguridad ciudadana; y, del otro lado, manipuladores caviares y de extrema izquierda que insisten en una oleada de violencia que desemboque en la vacancia presidencial.
Los demócratas y patriotas rechazamos cualquier esquema radical y consideramos que debe preservarse la estabilidad del régimen en vísperas de las elecciones generales. La caída ahora de Boluarte y una transición como la que surgió tras la caída del presidente Merino sería suicida; solo llevaría al caos político y a la interrupción abrupta de unas elecciones generales que, de antemano, se pintan híper complicadas.
Pero nada puede descartarse. No son solo los jóvenes y algunos ultras quienes están generando tensiones, sino también las explicables paralizaciones del sector de transportistas, que son víctimas de extorsiones y asesinatos cotidianos. Por lógica elemental, un país no puede vivir con ese sobresalto criminal, y tampoco con paros que afectan a toda la fuerza laboral y estudiantil.
En el interior de la república las cosas también están complicadas. Hay movidas complejas en la minería, tanto informal como ilegal; los gobiernos regionales se están desarmando con la adelantada deserción de autoridades para participar en las elecciones; y, en general, golpea una crisis económica doméstica que discurre peligrosamente debajo de las optimistas finanzas macroeconómicas.
En ese contexto, el gobierno flota sin capacidad técnica, falto de autoridad, con un gabinete precario y pérdida de legitimidad de la presidente, al 98 % de repudio ciudadano. El Congreso apenas tiene 2,5 % de aprobación. Mientras tanto, los 40 partidos inscritos están sumidos en sus elecciones internas y no son fuerzas capaces de canalizar la ira y frustración de los peruanos.
Así las cosas, urge bajar el tono de las confrontaciones y manejarse con prudencia. La gasolina ya está regada y tan solo falta el fósforo que incendie la pradera. Si eso ocurriese, podríamos llegar a elecciones bajo un régimen de excepción.

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