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Cuidado con la xenofobia

Fecha Publicación: 22/06/2019 - 21:20
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A partir del 15 de junio, los venezolanos sólo podrán ingresar al Perú con tres tipos de Visa: humanitaria, de negocios o de turismo, lo que en la práctica significa que el actual gobierno ha decidido cerrar la puerta a la migración que viene del país llanero, por razones verdaderamente desesperadas.

Esta decisión contrasta con la vocación integracionista del Perú, expresada recientemente en la celebración del 50 aniversario de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), cuya sede está en Lima, y a la cual perteneció Venezuela hasta el 2006, en que la República Bolivariana chavista decide retirarse como protesta contra los TLC que firmó Perú y Colombia con Estados Unidos. Antes lo había hecho Chile con Pinochet, como es lógico, por otras razones que estaban en las antípodas del Socialismo del siglo XXI.

En cualquier caso, los discursos integracionistas del Gobierno están de más, cuando en la práctica la conducta política demuestra lo contrario. El pueblo venezolano –más allá de sus gobiernos  totalitarios– es un pueblo hermano, la Patria de Simón Bolivar –el Libertador– y de tantos precursores de la Independencia americana de la talla de Francisco de Miranda. Más recientemente, tampoco podemos olvidar que los peruanos tocamos la puerta de ese país, en busca de mejores oportunidades.

Esta sorprendente medida desdice también del compromiso del Perú con el Grupo de Lima que la conforman 14 países y que buscan una salida democrática a la actual crisis venezolana que, precisamente, ha traído como consecuencia la numerosa migración de su población, no solo a Perú, sino a distintos países de América Latina y el mundo.

Como todo suceso sociológico, las corrientes de migración provocadas por distintas razones son un proceso claroscuro, pero real y necesario, que se producen en distintas épocas y lugares del mundo, más aún en una comunidad globalizada como la nuestra. Las personas, desde hace muchos siglos, ya no son trashumantes, tienen arraigo en el suelo al que reconocen como patria; si salen a otros países es porque el suyo les es hostil, viven en condiciones deplorables o por razones de unidad familiar.

En este contexto, ¿es acertada la decisión del actual gobierno? ¿Los venezolanos solo deberían venir al Perú por turismo, por negocios o con una visa humanitaria? No se puede negar el populismo de la medida, porque muchos se “quejan” y los hacen responsables de la falta de trabajo, del comercio informal y hasta de la delincuencia; pero son argumentos reiterativos aplicados a los emigrantes en Estados Unidos, Europa o cualquier otro lugar del mundo.

Si los venezolanos que vienen ocupan lugares de trabajo –muchos de ellos legales– es porque están preparados, se esfuerzan, son amables, empáticos, y están dispuestos a recibir menores sueldos y realizar tareas que ya muchos peruanos no quieren hacer. Todo lo cual calza con la “ley de la oferta y la demanda”.

La medida del Gobierno de hacer un pare a la migración venezolana es peligrosa, porque pudiera azuzar la violencia; es incoherente, con nuestra vocación de Perú solidario; resiente los derechos humanos y hasta desconoce nuestra cultura de raíces cristianas. Están apareciendo pintas contra esta emigración, cuidado con que el populismo produzca un efecto boomerang de xenofobia hacia los venezolanos.