Cuestión de palabras
Cuando un jueves de noviembre bajé del avión en el aeropuerto de Barajas, no tomé conciencia de que me encontraba en otro país solo hasta el día siguiente cuando mi hermana dijo - ¿Quieres un café americano y unas porras? – sorprendido pregunté - ¿Porras? – nuestros churros – explicó ella.
Acostumbrarme a la forma de hablar de los españoles fue un proceso, mi único oído bueno, debió de acostumbrarse al ritmo y a la prisa con la que hablan allá, luego de descifrar las jergas o las palabras que utilizan para denominar algunas cosas que yo conocía por otras denominaciones, recién pude dejar de ser considerado un tipo que “no se enteraba de nada”, para ser medianamente “espabilado” cuando conversaba con algunas personas
En España, como en cualquier otro país de habla castellana, algunas palabras o nombres tienen otro significado. Allá no hay carros, hay coches. No se cuadra el auto, se aparca el coche. No hay veredas, hay aceras. No es celular, es móvil. No es laptop, es portátil. Es mosquito y no zancudo. No es golpe, ni combo, son hostias y así innumerables diferencias a pesar de que compartimos un mismo idioma.
Se dice “culo” sin ningún reparo, y joder, es una expresión popular común. Okupas son los invasores. Uno tiene que aprender a llamar a las cosas por otros nombres, sin embargo, hacerme entender a la hora de comprar algún producto era difícil, “focos” no encontraba porqué allá son “bombillas y algunas situaciones resultaban graciosas y vergonzosas, como cuando fui a comprar “la polla del futbol”, como yo la conocía aquí.
Nunca se me pegó el vale o el joder, pero para hacerme entender de mejor manera, tuve que sumar a mi vocabulario algunos españolismos como borde, yonqui, listo, chollo, cabreado, etc.
Los significados varían según la región o el país, por ejemplo, “Pendejo” en Perú, es el vivo, el listo, el sin escrúpulos, en Colombia “pendejo” es el tonto o el que se hace el tonto. En Chile, “pendejo” es el niño, sinónimo de “cabro chico”, que en Perú sería el “Chibolo” y en España sería el “Chaval”.
“Verraco” en Lima sería pobre diablo, “berraco” en Colombia significa entre otras cosas, habilísimo. Y al escribir esto me asalta la duda de cómo se escribe. Con “B” o “V”.
Nuestro idioma es rico y diverso, prolífico pues a diferencia del inglés tiene infinidad de verbos conjugables que lo enriquecen. Se nutre además de la regionalidad, de la costumbre del país, de los peruanismos, de los españolismos, chilenismos, etc.
En Santiago de Chile tuve que lidiar con nuestro idioma y sus graciosas interpretaciones, a pesar de darme cuenta que preguntaban ¿entendiste?, su particular forma de decirlo me sonaba grosera e irrepetible. Comprar “ligas” en Santiago fue durísimo, allá son “elásticos” y en España “gomas”.
Finalmente, no importa la forma que tenga cada región de referirse a determinadas cosas, siempre quedará como última alternativa el idioma de los gestos. Nuestro idioma no dejará de sorprenderme en cuanto a costumbrismos, aunque me pregunto hasta hoy ¿Qué determina el acento (el dejo) en cada país?
Además, siempre habrá cerca un crítico que señalará algún involuntario error al escribir o hablar.
Por Iván Adrianzén Sandoval
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