Cuando los buitres acechan…
El escritor peruano Francisco Izquierdo Ríos me contó en 1981, poco antes de morir, que en el pueblito de Belén, en Iquitos - que inspiró una de sus novelas- la vida tenía imágenes que nadie podía imaginar.
En años recientes una pintura casi desconocida del siglo XIX del artista alemán August Friedrich Schenck, cuenta la historia instantánea de una oveja de pié en un páramo de nieve y al lado del cuerpo inerte de su cordero, mientras bala hacia un cielo nublado, en tanto unos cuervos esperan el momento para devorarlo.
En 1994, el fotógrafo norteamericano Kevin Carter, ganó el premio Pulitzer con “El buitre y la niña”, una niña hambrienta de Sudán – veintisiete años después se reveló que era un niño- con un buitre cerca esperando también su muerte para devorarlo.
Los artistas documentan la realidad pero también la fantasía, aunque ya saben - o lo aprenden - que ambas pueden ser casi lo mismo o que una puede superar a la otra. Sean realistas, pidan lo imposible, reclamaban los muros de Paris en mayo de 1968. Sean realistas, pinten, fotografíen, escriban lo imposible…
La fotografía de Carter provocó una polémica sobre los límites morales y éticos del arte. Pienso que el arte – como la propia realidad- no tiene límites, incluso cuando alguien en su nombre se atreve a pegar una cáscara de plátano en una pared y vende esa cáscara, fechada y registrada, por cinco millones de dólares.
Pinturas como Angustia de Friedrich Schenck y fotografías como la de Kevin Carter, son un testimonio de la tantas veces inefable peripecia humana: ojos que no imaginan lo que ven especialmente cuando los buitres acechan
Jorge.alania@gmail.com
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