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¿Cuál es tu legado?

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Fecha Publicación: 17/05/2025 - 20:45
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El sentido de la existencia suele ser un enigma gigantesco. Aunque tiene un tono filosófico y que requiere respuestas con altos grados de complejidad, es una cuestión profunda, simple y generalizada en la mayoría de la humanidad. Para algunos, la acumulación de riqueza es un objetivo en sí mismo. Coleccionan propiedades y activos a tal punto que aunque tuvieran varias vidas consecutivas sería difícil que puedan disfrutarlo. Hay cierta obscenidad en la provisión indiscriminada de fortuna. Sin embargo,son pocos la cantidad de individuos que son propietarios de la casi totalidad de lo existente. Su objetivo es generar cada vez más y más capital de tal magnitud que no tiene antecedentes históricos.
Por el otro lado, grandes masas de la población más bien carecen de los recursos básicos y están en modo supervivencia. Y preguntar sobre su herencia vital puede parecer un despropósito. Pero, más allá de las condiciones socioeconómicas, de alguna manera las personas quieren dejar algo para la posteridad. Aun sospechando que es factible que inmediatamente sean borrados de la lista inolvidable luego de su muerte. Nada asegura que luego de fallecer sean recordados. La mayoría van difuminándose y en poco tiempo casi nadie se acuerda de ellos. Y en esa lucha contra la desmemoria es que se pretende dejar un legado.
¿Y cómo se deja una herencia vital que pueda perdurar, más en un mundo sumamente volátil e incierto? Ahí está el mayor dilema. Cuál de las acciones logran ese impacto de transformar vidas. Como sabemos, ello es difícil de determinar. Claro, es factible que, para algunos, no importe dejar un tipo de legado. Más bien, asumen que no deben dejar nada. En un brillante solipsismo asumen, erróneamente, que nadie merece ninguno de sus esfuerzos. De ese modo, prueban que los legados son innecesarios. Por eso, viven un carpe diem constante y despreocupado.
También están quienes se esfuerzan al extender su reino individual a través de sus posibles hijos. Intentan ajustar y transmitir su posición en el mundo a su prole. En ese caso, su recuerdo dependerá del trato que ha ejercido con su descendencia. Cuanto más sano el vínculo filial, el regreso del afecto y los cuidados proporcionales serán la mejor manera de retornar ese amor a los padres que los custodiaron.
Algún grupo más bien considera que son los valores y la educación los mejores recordatorios de una verdadera herencia. Y, claro, asegurar la transmisión correcta a los individuos interesados. Ese valor agregado, exigido como axioma vital, se convierte en el eje más insondable que quieren obsequiar. De ese modo, las virtudes intangibles y de largo proceso de interiorización son asimiladas como una forma de heredad.
Y, también tenemos a los que planifican minuciosamente para dejar algo positivo al mundo. Lo imaginan con un optimismo hiperbólico, como si lo que hicieran tuviera en el futuro una posibilidad de mantener el recuerdo tan conflictivo de su propia biografía.

Por Rubén Quiroz Ávila

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