Cristina en el Manhattan
Algo de especial tiene este lunes, el último del primer mes, cambio de hoja en el calendario. Es fin y comienzo. Detalle que tomo para abrir Mesa de conversación que también tiene de inicio y término, cambio de hoja, de acción y palabra. Señas que asumo a favor.
Hoy reunimos dos líneas de trabajo, de decisión y voluntad, de permanente convicción por la calidad, cualidades en las que suma el hacer trabajo en equipo con conocimiento y respeto por la experiencia y la creatividad, lo heredado y aprendido. Méritos presentes en Armando Chang Chan, María Luisa, su hija y Cristina Ferreyros, que hoy son compañía, partícipes, responsables, en buena ley, de lo que en esta Mesa de conversación se pueda servir.
Con Cristina tenemos una amistad “sin fallas” que después de una pausa retoma el hilo de la comunicación que llega con recuerdos, novedades y un nuevo aviso. Conservadora de arte antiguo y contemporáneo con más de treinta años de labor reconocida en museos y talleres en Zurich, Friburgo, París, Madrid, Buenos Aires, Lima y Cuzco en los que trabajó con obras de grandes maestros, Zurbarán, Rubens, Bassano, Gil de Castro, Rodin, Rauschenberg. En 1989 Arts / Leisure, del Herald Tribune, y The Living Arts, del New York Times, reseñaron su éxito en la recuperación de notables ejemplos de pintura peruana de los siglos XVI y XVII, vírgenes y arcángeles de la escuela cuzqueña, patrimonio de pequeñas iglesias en Córdoba, Humahuaca y la sierra de Jujuy.
Rescatados se exhibieron en el Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina con la muestra “Salvando Alas y Halos”, considerada “exposición de inusual magnitud”. Ahora con todo este valioso equipaje, su nuevo taller de restauración en San Isidro, tomó la decisión que me comenta mientras almorzamos en el Manhattan, escenario de esta primera Mesa de conversación. Cristina me dice “estoy pintando. Desde joven quise ser pintora y recién puedo serlo. La acuarela es el medio perfecto para mi interés, color y detalle, que lo he encontrado en el tema de las aves. La sutileza y gamas del plumaje son perfectas para la liviandad y transparencia de la acuarela. He creado una serie de treinta y dos piezas de pequeño formato con aves del mundo y el Perú. Una de ellas una avecilla que sólo se encuentra en el Valle del Urubamba donde tengo un pequeño bungalow para mis días de descanso y observación”.
A Cristina le son ajenos el ninguneo, la mediocridad, las pretensiones. Tiene la suficiente seguridad para decir qué le gusta, lo que siente, reconocer sus capacidades y méritos. Razones que me hacen pensar en ella para invitarla a la Mesa de conversación. El martes 18 que Lima recordaba su fundación española fuimos al Manhattan en la segunda cuadra del jirón Santa Rosa, antes Miró Quesada, donde desde 1995 es punto de encuentro de presidentes, banqueros, artistas, agentes de bolsa, políticos, turistas que saben, conocen, disfrutan de su carta que fusiona la herencia que don Armando Chang Chan recibió de sus padres, Félix Chang Koo y Carmen Chan Lam, creadores hace setenta años del famoso restaurante Pildorín, en Magdalena, donde nacen los originales preparados y recetas gourmet que hoy renovados mantienen esa condición en la calidad y selección de los insumos, la exquisitez y delicadeza de su sazón en las generosas porciones servidas con amable atención, componentes del éxito del Manhattan.
Don Armando y María Luisa, su hija, nos ofrecieron una selección de sus platos estrella que traen al Perú de la costa y selva. Su estupenda propuesta fue anticucho de paiche, emblemático pez de la amazonía. Acompañado de langostinos bañados con la original salsa creada en el Pildorín. De fondo “otra receta de nuestra tradición, Corvina a lo Macho con la salsa de frutos de nuestro mar, mariscos, conchitas, pulpo, langostinos y calamares con un ligero toque picante de ajíes y papitas amarillas de nuestra sierra”.
Completa su propuesta un guiño a la tradición española, una sensacional paella estilo Manhattan “jugosita, con chorizo loretano, pollo, panceta dorada, pulpo, langostinos y calamares. La coronan vegetales crocantes”.
Una mousse de guanábana es broche de oro.
“Absolutamente gourmet para un buen gourmand, pero bien servido. En Manhattan no jugamos a la comidita”, lo dice don Armando y María Luisa lo confirma con una gran sonrisa.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.