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Crimen y castigo y el nihilismo destructor

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Fecha Publicación: 22/10/2024 - 22:40
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Fiódor Dostoyevski, en la obra que lleva este título, destaca aspectos ligados a la criminalidad y el castigo, y realiza una crítica al nihilismo que conduce al crimen. El personaje central de la obra, angustiado por la escasez de oportunidades, asesina a una anciana usurera, lo que satisface su supuesta superioridad moral frente al lucro.
El nihilismo es una corriente de pensamiento que niega absolutamente los principios morales o espirituales que sostienen a la sociedad, y cuya ausencia conduce al crimen y a la descomposición de una nación. Los nihilistas promueven la “liberación o emancipación” del ser humano a partir de la negación de los valores, considerados como camisas de fuerza.
Desde 1821, nuestra sociedad ha enfrentado muchos periodos de violencia, alcanzando su cénit con el nihilismo de Sendero Luminoso y el MRTA, cuya crueldad, con secuestros, masacres de indefensos, extorsión, desprecio por el Estado de derecho y decenas de miles de muertes, destruyó el valor del respeto a la vida, dejando profundas cicatrices en la psique nacional.
Un Estado carcomido desde dentro tampoco pudo lidiar con los más de 600 mil desplazados que fueron dejados a su suerte, con comunidades destruidas por Sendero Luminoso y abandonadas, con normas de arrepentimiento sin control sobre los arrepentidos, y con los sistemas educativo, judicial y del ministerio público infiltrados por filoterroristas. Se abandonó a las Autodefensas y se permitió la persecución impune a militares, policías y ronderos. El Estado perdió el norte.
Todo un círculo de irrespeto y ruptura con los valores fundamentales del Estado y de la sociedad. Nadie previó las secuelas de la violencia terrorista en la generación siguiente. Si a esto le sumamos la fomentada llegada del crimen transnacional, tenemos el escenario que hoy padecemos, resultado de la miopía, el desdén, el miedo, la excesiva tolerancia, la politiquería y más.
Hoy corresponde hacer frente al desborde criminal con mano firme, sin miedo de asumir las responsabilidades derivadas de las decisiones de Estado; sin temor, pues estas decisiones se toman en nombre de los 34 millones de peruanos y su bienestar común. Nadie debe ser criminalizado por defender el estado de derecho.
Mientras, entre lamentos clamamos por mejores políticos, pero no nos preocupamos por los insumos que lo harían posible. ¿Qué tipo de políticos puede esperarse de nihilistas que devienen en los llamados “niños” o “mochasueldos”, o de aquellos cómplices del club de la construcción, los aliados de Odebrecht, o de quienes construyen partidos políticos como herramientas económicas al mejor postor?
La supervivencia del Estado, más allá de nuestra generación, se labra hoy, y la erradicación del nihilismo arraigado en la sociedad es una tarea obligatoria que pasa por atacar las verdaderas causas, y no solo los síntomas. El camino es largo y tortuoso, pues la Iglesia, otrora aliada incondicional en la axiología, hoy duda, de la mano de una curia afín a las consignas de clase.
Retumba la frase atribuida al personaje gris de Crimen y Castigo: “Si Dios no existe, entonces todo está permitido”, que resume en sí el nihilismo, su vínculo con la criminalidad, la anulación de la esperanza y la destrucción de la vida como valor supremo. Entonces, volver a enseñar el valor de los valores, además de imperativo, se convierte en un objetivo estratégico para la continuidad del Estado peruano en los siglos venideros. Ninguna sociedad nihilista tiene futuro.

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