Corrupción: el que no cae, resbala
Las últimas noticias propaladas por un programa dominical y las posteriores declaraciones de los involucrados, tanto en la fuga del exjuez Hinostroza como en la recepción de aportes de campaña del llamado ‘Club de la Construcción’, por parte del partido de gobierno cuyo jefe de campaña fue el presidente de la República; así como por otros hechos que ya se hallan en el debate público, como el presunto pedido de financiamiento hecho por la lideresa del PPC, la condición de apoderado del presidente del consorcio vinculado a Graña y Montero y de la condición de proveedora de Odebrecht que tenía su empresa a la que renunció recién cuando iba a asumir la presidencia y no lo hizo cuando se desempeñaba como titular del MTC, entre otros; nos muestran un escenario desalentador para la moral ciudadana porque la imagen proyectada hacia la comunidad nacional es la del “sálvese quien pueda”, culpándose los unos a los otros con alardes de poder para tener bajo su control a las entidades del sistema de justicia con un Congreso en el cual las fuerzas políticas han sido literalmente demolidas y con investigaciones selectivas, débiles frente a unos y agresivos y muy activos contra otros, encontrándonos ad portas de la firma de un convenio absolutamente lesivo para el país, mediante el cual Odebrecht se lleva la parte del león a cambio de casi nada.
Como la suciedad moral salpica a todos, nadie se ha preocupado de la gobernabilidad y gobernanza, sino de salvar el pellejo frente a las consecuencias penales, civiles y administrativas que poco a poco se hacen visibles.
Como muestra, no hubo reconstrucción en el norte, y, ante las actuales lluvias, huaicos y destrucción, el Presidente ha trasladado su responsabilidad a los alcaldes y gobernadores, pero no ha dicho si existe o no un plan nacional de prevención frente a estos hechos perfectamente previsibles y cíclicamente repetidos, con protocolos uniformes para no desperdiciar dinero y esfuerzos. Parece no haberlo y, siempre, es la Fuerza Armada la que carga con todos los problemas apoyando a plenitud a su población.
El Presidente sabe que la ejecución presupuestaria en enero y febrero es casi nula, porque recién en marzo se liberan fondos del nuevo presupuesto anual, de modo que si no hay planificación preventiva ni protocolos de ejecución, estamos a merced de la suerte.
Si como se pronostica, se desata una lluvia torrencial sobre Lima, que Dios nos coja confesados.