Contra los populismos
Entre el viernes 22 y ayer sábado 23, tuvo lugar en Buenos Aires, Argentina, el II Encuentro del Grupo Libertad y Democracia, el cual llevó por título “Una nueva narrativa para el cambio político”. Como su nombre lo indica –mejor dicho, lo sugiere– dicha organización congrega a la crema y nata liberal de las naciones hispanoparlantes, muchos de cuyos rostros visibles han sido gobernantes en sus respectivos países.
Así, el evento fue inaugurado por los ex presidentes Mauricio Macri (Argentina) y Sebastián Piñera (Chile). De manera presencial o virtual, hubo ponencias de Guillermo Lasso (Ecuador), Iván Duque y Andrés Pastrana (Colombia), Felipe Calderón y Vicente Fox (México), José María Aznar, Mariano Rajoy y Cayetana Álvarez de Toledo (España), Juan Guaido y Corina Machado (Venezuela), entre muchos otros. La presencia peruana se acreditó con Beatriz Merino, Enrique Ghersi y Álvaro Vargas Llosa.
Lo destacable fueron las temáticas de discusión incorporadas en la agenda del encuentro, las cuales reflejaron preocupaciones vigentes, sensibles y todavía mal abordadas por el mundo libre, incluida la revitalización de una izquierda farsante pero provista de un activismo envidiable.
“El narcopopulismo: un nuevo desafío para América Latina”, “Cómo combatir el populismo cultural y fortalecer una narrativa de la libertad”, “Libertad económica y fortalecimiento del sector privado: las claves para el desarrollo”, “Combate al crimen organizado y fortalecimiento de la seguridad ciudadana”, “Educación versus adoctrinamiento. El rol de la izquierda en las escuelas y universidades”, “Cambio climático e inteligencia artificial: riesgos y oportunidades de futuro”. Un menú de enunciados que sin duda clamaba ponerse sobre la mesa hace mucho tiempo.
Desde mi perspectiva, faltó un panel de discusión serio sobre la amenaza más recurrente a la oferta liberal y que suele caricaturizarla o someterla a elevados índices de confusión: el extremismo de derecha, intolerante y autoritario.
Porque este cuadro de polarización que sufren nuestras sociedades –agravado por pandemias, impactos climáticos y economías a la deriva– tiene en esa derecha respuestas inmediatistas y torpes, las mismas que consagran personajes siniestros, vocingleros y demagogos.
No hemos tomado distancia aun de la euforia nativa que ciertos compatriotas (cultos y con presencia mediática) mostraban por Donald Trump y Jair Bolsonaro, citando solo dos ejemplos contemporáneos. Resultaba increíble que ambos fueran concebidos como los mejores portaestandartes de la libertad y los diques imprescindibles para frenar la ola de izquierda en el globo. Por el contrario, el desempeño gubernamental de ellos se tiñó de colores fascistas y amplió, a la larga, el campo de acción de los marxistas convictos o reciclados.
Bien por los liberales reclamar acción contra el populismo de izquierda. Pero igual o quizás con más ahínco, debe hacerlo contra el populismo de la derecha extrema que sueña con su propio dictador.
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