«Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas»
Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. ¿Qué nos anuncia esta Palabra? Estamos terminando el año litúrgico y nos hace presente la escatología. ¿A dónde vamos? ¿Qué dirección tiene nuestra vida? Dice el profeta Malaquías en la primera Palabra: he aquí que llega el día ardiente como un horno, dice el Señor del universo.
Estamos viendo cómo nuestros amigos, compañeros y familiares mueren, y, sin embargo, los cristianos lo vivimos de una manera escatológica: ellos duermen en el Señor. ¿Hacia dónde vamos? El Señor nos está esperando en el cielo, pero esta vida hay que vivirla en plenitud, es decir, ayudando, sirviendo a los demás. Por eso respondemos con el Salmo 97: “El Señor llega para regir los pueblos con rectitud, al son de trompetas aclamad al Rey y Señor, retumbe el mar y cuanto contiene”. Actualmente, el hombre se está corrompiendo y el Señor nos llama a conversión, a tener los ojos puestos en el cielo, a ser humildes.
Ánimo, hermanos, convirtámonos. También la segunda Carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses nos invita a vivir la vida en plenitud. “Algunos viven desordenadamente, sin trabajar”, porque pensáis que la vida se acaba, algunos no se toman la vida en serio y hoy esta Palabra nos invita a seguir a Cristo.
El Evangelio de San Lucas nos pone por delante la profecía de Jesús sobre el templo. Fijaros que hoy la Iglesia está siendo perseguida más que nunca, ¿por qué? porque la presencia de un cristiano incomoda al mundo, pone en interrogante las actitudes de la gente mundana o de la que vive en el demonio. “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. No tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro”. Qué bonito es esto de no te resistas al mal porque el Señor nos conoce, está cercano, nos ayuda, está todo contado, hasta los cabellos de nuestra cabeza, para que seamos felices. Por eso hermanos convirtámonos. ¿Qué está pasando hoy con tanta corrupción que hay en el hombre, que se expresa en el trabajo, en la política? Hermanos, convirtámonos, seamos auténticos y verdaderos como Jesucristo, fiémonos porque Él está cercano y Él nos quiere inspirar. Ánimo hermanos, no os preocupéis. ¿Qué tenemos que hablar? ¿Qué tenemos que decir? ¿Cómo presentar la verdad, la vida y el camino? Él nos dará palabras y testimonios maravillosos que están por encima de nuestra forma de ver, nos sorprenderá, Él nos inspira, Él es el Señor y quiere que manifestemos al hombre lo autentico, lo verdadero, lo que no se corrompe, y ¿que no sé corrompe? Jesucristo, que es el Señor de toda dominación y esclavitud.
Pues bien, hermanos, preparémonos en estos días finales del año litúrgico y comencemos un año nuevo confiando en Dios y apoyándonos en aquel que ha dado su vida por nosotros: Jesucristo.
Que el Señor les bendiga en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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