Con otra luz
Llegó el otoño con la luna grande que trata de cola ese viento frío que desde el Este viene soplando y despeina las palmeras que en la media tarde ven cómo su sombra se desdibuja sobre el borde de los geranios y raya la pared y vidrios de la ventana.
En el equipaje también trajo el reemplazo para las gamas de encarnados, amarillos, bermellones y naranjas que en verano, muy puntuales y magníficos, vistieron la despedida del Sol despertando en millones esa cotidiana urgencia de fotografiarla con el celular. Luego, los resultados obtenidos, acompañados de un conocido rosario de calificativos, encontraban destino en millones de Facebook, Instagram, wasap y Messenger.
Sin creer que la urgencia fotográfica amaine, el otoño ofrece un nuevo surtido de tonos que tiene rosados de guayaba, tostados y unos sutiles grises que ponen refinado acento en la diaria mortaja del buen rey que tiene la galanura de regalar instantes de gracia prendiendo fugaces galas, lujosos detalles que siendo despedida son bienvenida a la serena noche.
Bienvenida y despedida que sin mucho esfuerzo me recuerdan nuestra condición de precarios, transitorios ocupantes de este escenario al que sin pedir llegamos. Nos recibe con escenografía armada, propuesta de libreto y guión, equipo técnico y reparto. Si queremos y podemos haremos cambios y mejoras que acomoden a nuestro personaje que pudiera, o no, tener el protagónico, la página central en el programa de mano, estupendas comodidades en el camarín y recibir halagos de la prensa, la que sea. Personaje de notable o pésima actuación, con buena taquilla o sala vacía, que será nuestro fiel compañero hasta la bajada del telón.
Hoy, al sentarme a escribir recibí noticia de las lamentables circunstancias de la muerte de una muy querida amiga. Fue como un palazo. Me vino la idea de buscar en mis alborotadas carpetas fotos de rastros, restos, trazas, vestigios que me sugirieran la imagen del escenario vacío. Encontré varias. Algunas decían de los desechos que el tiempo junta para crear esa naturaleza que es continuidad de vida después del acto final.
Escogí éstas que puedo tomarlas como piezas de ignota escenografía desmantelada, recordarme desahuciados trozos de bambalinas, tramoya y utilería tirados junto a unos absurdos practicables. Retazos de antiguos vestuarios, caídos a lo largo del pasadizo de platea y las gradas de la cazuela.
Residuos de formas, colores, materiales, patinados y heridos con polvo y deterioros. Sin reservas me dijeron del uso, abuso, abandono y olvido al que injusta, innecesariamente sometieron a mi buena amiga para quien la amistad, calidad y generosidad fueron características de su entrañable personaje.
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