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¿Con ese chino no se metan?

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Fecha Publicación: 16/11/2024 - 04:13
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Una ola de comentarios se han ido dando alrededor del protagonismo del presidente chino Xi Jinping y la inauguración del magapuerto de Chancay. En las redes sociales, por ejemplo, brotan debates o intercambios intensos sobre el impacto de la obra, no solo en el terreno económico sino en el tentador influjo que el gigante asiático podría intentar inyectar dentro del proceso político peruano (incluyendo el electoral presidencial y congresal, como se ha detectado en otros países a los que China puso puntería). El asunto de fondo es que cada vez será más difícil hacer de lado o invisibilizar las tensas pulsiones geopolíticas en las que el mundo hoy se está dividiendo. Y es que por un lado se van alineando las democracias occidentales liberales (con las que se espera el Perú mantenga afinidad) con sistemas políticos y económicos abiertos, y, por otro lado, el eje de los grandes autoritarismos o dictaduras estatizantes y sus satélites con represivos "modelos" políticamente cerrados.

Es innegable pues este mapa de poder mundial donde las complicidades estratégicas entre dictaduras se despliegan. Y China, debe decirse así suene duro a ciertos sectores, ha consolidando nexos gravitantes en la parte antidemocrática del juego político internacional que contrastan con los implementados en temas comerciales. Un ejemplo evidente es el irresuelto y penoso caso venezolano.

Comentábamos con anterioridad cómo la frase "Dictador no come dictador", parecía resumir el veloz respaldo dado por Xi Jinping Nicolás Maduro. "China felicita a Venezuela por celebrar sin problemas sus elecciones presidenciales y al presidente Maduro por su exitosa reelección", dijeron desde Pekín y Shanghai en julio de este año confirmando ser un soporte del chavismo criminal sin importar el probado megafraude ni las brutales agresiones contra los venezolanos prodemocráticos.

¿Sorprendió este espaldarazo? No a quienes han seguido el historial y reconocen el peligro de que similares modelos de concentración de poder sean publicitados en la región como formas válidas de "competencia" o lucha política. Finalmente China no solo exporta capitales estatales (geopolíticos), inversiones y financiamientos, también disemina ciertas variables de su "democracia" dictatorial como una opción "atractiva" de la política contenciosa antiliberal.

China hoy "juega en ventaja" —si caben los términos— en el tablero global. Es decir, mientras las democracias liberales, con sus más y sus menos lidian con dinámicas internas propias de la naturaleza de sus sistemas políticos abiertos (como las elecciones supervisadas, la competencia partidaria, las protestas ciudadanas, la libertad de prensa, la separación de poderes… y hasta la infiltración de actores desestabilizadores del exterior), las dictaduras antioccidentales han forjado un control despiadado pero efectivo sobre sus procesos políticos nacionales, sus poblaciones y opositores (muchos son encarcelados, desaparecen o mueren envenenados o "accidentados"). Eso les permitió asegurar convenientes "estabilidades" internas y concentrarse en sus estrategias externas —incluyendo las bélicas— y en el juego geopolítico internacional, además de las netamente económicas y comerciales. China es profundamente antidemocrática, posee un partido único prototalitario que prospera sobre la base de libertades políticas inexistentes y derechos humanos cercenados. Distraídos todos con su ambiguo "modelo económico", pocos advierten los riesgos de la exportación y la ecualización a las realidades en América y otros continentes de su modelo político cuyos peldaños van desde al autoritarismo hasta las formas más coercitivas y sofisticadas del totalitarismo "moderno".

En medio de lo que aún pasa en Venezuela, es curioso cómo en el debate específico peruano se lanzan selectivas listas de dictadores y autócratas reprochables de izquierda y derecha. Ahí aparecen Pinochet, los Castro, Chávez, Ortega, Noriega, Velasco, Videla… y Fujimori siempre adelante; pero, curiosamente, se excluye al dictador Xi Jinping, hoy uno de los colosales apañadores de Maduro e indirectamente del Cártel de los Soles.

Es el caso del antifujimorismo profesional —y visceral— que repele en las calientes redes sociales y la prensa al "Chino" Fujimori —japonés en realidad—, pero celebra con globos y serpentinas al chino Xi Jinping y su frase de "Chancay a Shangai". ¿Se puede odiar a Fujimori y aplaudir a la vez al dictador y jefe del políticamente represivo Partido Comunista de China? "Con ese chino no se metan", parecen decir. Sin duda una notable y seria contradicción.

¿Con ese chino no se metan?
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