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Comunicación gubernamental en crisis

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Fecha Publicación: 10/10/2023 - 21:20
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El caso Sedapal confirma la precariedad de la comunicación gubernamental en el Perú. El corte del servicio que dejaría sin agua a 22 distritos de la capital durante cuatro días no fue comunicado por la empresa. Se conoció cuando fue filtrado a través de un meme en las redes sociales. El rumor puso contra las cuerdas a la ministra de Vivienda porque el silencio cómplice y prolongado del ente gubernamental adscrito a su sector no lo desmintió o aclaró de inmediato.

El plan de corte (problema de gestión) era real. Existía un plan de suspensión del servicio mientras se hacía un empalme de tuberías que mejoraría la cobertura de agua en la capital. El meme decía la verdad. ¿Por qué la empresa no lo comunicó a la población oportunamente? ¿Por qué lo admitió recién cuando tuvo toda la presión social y mediática encima? (problema de comunicación).

El verdadero problema es la ruptura entre gestión y comunicación gubernamental. Esta se da en todos los niveles de gobierno y en todos los poderes del Estado, generando una total desconexión con los ciudadanos, lo cual se refleja en los altos índices de desaprobación de nuestras autoridades. El primer reto de la comunicación gubernamental radica en elegir al profesional adecuado para asumir el cargo de DIRCOM Público. No es recomendable que lo asuma un periodista, porque su mentalidad es reactiva y de confrontación. El rol del DIRCOM Público es instalar productos y servicios que satisfagan necesidades ciudadanas, algo que harían mejor comunicadores y marketeros.

Otro tema crucial es la publicidad estatal. La última norma convirtió el acto de hacer publicidad en un gasto inútil. No es una inversión pública. Dejar las centrales de medios fuera del circuito publicitario con el Estado, permitiendo que los organismos públicos inviertan directamente en los medios de comunicación, eliminó estándares de calidad de inversión, negociación desinteresada e incentivo por mejores tarifas estatales.

Hoy, las tarifas públicas siguen siendo 3 o 4 veces más caras que las privadas (sin existir comisiones), y lo peor es que ningún funcionario quiere asumir la responsabilidad de autorizar una inversión publicitaria, porque no tienen como sustentar el gasto con estudios de sintonía y cobertura que sí dan las centrales de medios para garantizar una inversión rentable. ¿Se imaginan a un periodista negociando tarifas publicitarias con medios de prensa a los que ven como amigos o enemigos?

Si queremos recuperar la confianza ciudadana, no solo debemos ser capaces de alcanzar altos estándares de servicio en la gestión pública, sino acompañar esa gestión con una comunicación de gobierno eficaz, una que oriente al ciudadano en el buen uso de los programas públicos. De otro modo, seguiremos reproduciendo este círculo vicioso que alimenta vacíos de poder y silencios cómplices que ocultan una mediocre gestión pública.

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