Comparando el sistema público de pensiones con el privado (III)
En las dos semanas anteriores he señalado las ventajas del Sistema Privado de Pensiones, por comparación con el Sistema Público de Pensiones, el único que existía en el Perú hasta el año 1992 y que obligaba a los trabajadores de más altos ingresos (que ya pagaban impuesto a la renta) a financiar las pensiones de los trabajadores de menores ingresos, derivando en pensiones insuficientes para todos, ya que el Estado, pese a mantener cautivos los fondos, no se preocupó siquiera en reconocerles una rentabilidad equitativa.
Además, el sistema a cargo del Estado nunca organizó una cuenta individual siquiera como referencia o acreditación de los aportes, que al menos sirviera para proteger datos y referencias laborales que se van perdiendo a medida que transcurre el tiempo.
Quienes hoy, confundidos o incentivados por personajes que representan intereses de corto plazo y hasta antisistema, salen a satanizar el Sistema Privado de Pensiones (más allá de que es indudable la necesidad de una reforma que vincule estrechamente comisiones pagaderas a las entidades financieras que administren los fondos pensionarios con la rentabilidad obtenida), lo cierto y evidente es que el nuevo sistema significó y significa un avance sustantivo para la seguridad sociolaboral del país, aparte de la dinamización de la economía nacional que supuso el gran flujo de recursos asequibles para inversión.
Quienes alientan a seguir retirando los fondos pensionarios del Sistema Privado de Pensiones (los del Sistema Público no son retirables, no solo porque se supone que en la lógica del “reparto” lo aportado por cada asegurado ya se gastó y sigue gastándose en las pensiones de otros, sino por otra razón totalmente práctica referida a que no existe la cuenta individual de cada trabajador y no es fácil ni pronto elaborarla) parecen no darse cuenta o niegan que toda persona que deja de ser activa laboralmente necesita contar con un ingreso —pensión— que le permita solventar hasta su muerte natural sus necesidades básicas, no solo las físicas sino también las emocionales y sociales.
Justificado el retiro de los fondos pensionarios en épocas de grave situación, como la derivada de la epidemia de COVID, y el deficiente manejo del gobierno, donde no había certeza alguna, siquiera mínima, de continuar con vida; también en caso haya alternativas concretas de rentabilidad significativamente mayores a la ofrecida por quienes los administran, o si la persona está en situación económica desesperada. Fuera de estos casos, los retiros implican grave riesgo para el sostenimiento futuro de muchos peruanos.
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