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Colombia y la violencia

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Fecha Publicación: 15/08/2025 - 22:20
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Colombia y Perú comparten historia, cultura, fronteras y también la violencia. Cosa curiosa, un año después de que asumiera Pedro Castillo la presidencia del Perú (julio de 2021), Gustavo Petro ganó las elecciones colombianas. Ligados a la izquierda radical, Castillo, prosenderista, y Petro, exguerrillero del M-19, antisistema ambos. Pero, sobre todo, básicos, con poca formación, extraviados en las decisiones de gobierno. Un desastre para Colombia y Perú.

Nosotros nos libramos del peligroso régimen de Castillo porque quiso dar un golpe de Estado y terminó en la cárcel. Tanto uno como otro tienen fuertes acusaciones de corrupción que no lograron removerlos del poder como correspondía. También se hermanan en que hablan galimatías; el relato del pollo de Castillo lo repite, a su modo, Petro. Emiten incoherencia tras incoherencia, sin ninguna consecuencia. Los expertos electorales afirman que fueron elegidos porque la gente de ambas naciones está radicalizada, decepcionada de todo lo antiguo, sin importarles su pasado violento.

Petro es conocido como “coquero” (consumidor de cocaína; “perico” la llaman en Colombia). Él lo ha negado. Pero no es un infundio ni una calumnia, es un rumor de antaño que persiste, y cuando el río suena… Ha declarado que “la cocaína no es más mala que un whisky”. Tiene una investigación por presuntos aportes del narcotráfico a su campaña y ofreció a este grupo criminal una “reconciliación nacional y mostrarles un camino”.

Otra noticia que es vox populi es su gusto por los travestis. Se denunció su desaparición durante dos días en el Bois de Boulogne, París, paraíso de esta opción sexual. A los 17 años ingresó a la guerrilla del M-19, que asesinó a cientos de personas y asaltó el Palacio de Justicia en 1985 (95 muertos). Sobre esto dijo: “El M-19 fue víctima de una emboscada por el Estado colombiano”. Es, además, el mejor amigo del dictador Maduro en la región, con todo lo que ello implica. Este resumido perfil da idea de quién gobierna Colombia.

Este sujeto tan virulento pretende ahora reclamar derechos para Colombia sobre el distrito de Santa Rosa de Loreto, conocido como Chinería, afirmando que no fue adjudicado al Perú. Cuando se sabe perfectamente que el Perú tiene soberanía sobre ese lugar, respaldada por dos tratados internacionales. No hay que ser malicioso para colegir que hay algo tras este absurdo pseudoconflicto.

El cruel asesinato del joven senador Miguel Uribe, acertado crítico del régimen de Petro, abre un espacio al asesinato político, realidad que ese país ya había superado. Diana Turbay, periodista, madre de Uribe, fue asesinada por Pablo Escobar. Colombia está de luto y totalmente indignada. Petro denigró constantemente a Julio César Turbay, abuelo de Uribe, tildándolo de asesino y torturador. Las miradas acusadoras caen sobre Petro, aunque ha amenazado con denunciar judicialmente a quien lo vincule.

Respecto al asesino, menor de edad, hay una discusión jurídica sobre si se le acusa de asesinato o no. Cosas de las leyes.
Virar la atención de los colombianos, conmocionados por este magnicidio, hacia un cohesionador conflicto de límites puede explicar el exabrupto de Petro. Pero los colombianos no lo respaldan en esta bravata diplomática. Perú tiene la fuerza de la razón. Cuidado que Maduro eche candela al tema, luego Lula, y las cosas se complejicen. Petro es capaz de todo.

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