A cocachos aprendieron
Hay gente que cree que uno es su tonto útil. Son algunos empresarios que, por serlo, piensan que pueden exprimir la naranja hasta sacarle la última gota de jugo en su favor y a uno tirarle una cáscara en plena situación de emergencia como la que vive el mundo con la peste china. Tales cretinos asumen que como uno tiene principios libertarios y asume posición en favor de la competencia libre y en defensa de la propiedad privada, está obligado a defenderlos a ellos y a sus zamarrerías. Pues están muy equivocados.
Es lo que ha pasado con el negocio de las clínicas que hoy tienen puesta la cabeza en el tajo de la guillotina por pasarse de vivos con el Estado, los usuarios y la emergencia nacional. En su alocución por los cien días del estado de emergencia y la cuarentena, Vizcarra dio un ultimátum a las clínicas privadas por no querer llegar a un acuerdo con el Estado y las aseguradoras para subsidiar el tratamiento en sus locales a pacientes con el Covid-19: dijo que aplicaría el artículo 70 de la Constitución que se refiere a la expropiación de la propiedad privada por necesidad pública, previo justiprecio de la misma.
El resultado: en menos de las cuarenta y ocho horas fijadas por el gobierno las clínicas privadas llegaron a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. En otras palabras, Vizcarra les hizo una oferta que no podían rechazar, algo así como funcionan las mafias que, dado el caso, entre mafiosos se entienden.
Ya en el anecdotario de la discusión queda que, como de costumbre, el Presidente no fue claro, pues afirmó que sería una medida transitoria, por lo que se infería que más que todo era una carta para negociar en posición favorable con las clínicas, las cuales se habían convertido por obra propia en símbolo del abuso y la indolencia en un estado de calamidad. Ya al Congreso el mismo Vizcarra le observó una ley parecida a la que hoy propone por sacar las clínicas la tajada del león en plena pandemia.
Esto no es gratis, y empezó cuando algunas de ellas empezaron a facturar sumas astronómicas por hacer unas pruebas moleculares a cargo del Estado que no cobraba un sol. De ahí en adelante, siguieron cuesta abajo en la rodada con la reputación de “sangronas”, que culminó cuando los pacientes denunciaron más de medio millón de soles en deudas por internamiento en sus locales. Y estos son hechos ciertos, no como lo quieren vender un grupete de derechosos decadentes que se rasgan las vestiduras por la propiedad privada tratando de vender una “campaña” contra las clínicas privadas. Si alguna hubo fue la que hicieron ellas mismas con su prepotencia y pose de Pepe el vivo. ¿Hasta cuándo pensaron que les iba a durar la gracia en plena pandemia de lucrar con pruebas que el Estado terminaba haciendo gratis? ¿O de facturar medio millón de soles por internamiento UCI?
Como hemos dicho, hoy los mismos empresarios atorrantes y arrogantes renegociaron con el gobierno, a fin de que no se les aplique el ¿artículo 70? de la Constitución y no se les confisque su propiedad, es decir, la gallina de los huevos de oro. Llegaron a un acuerdo, y mediante esto demostraron que sí podían cobrar un precio razonable por el tratamiento contra el Covid-19 sin perder sus negocios. Tuvieron que recibir un lapo del Estado para ello.
Lo razonable aquí siempre fue no ponerse ni del lado de los comunistas estatizadores ni de los reaccionarios que defienden –so pretexto de la Constitución– las tropelías de las clínicas privadas. El sentido común mandaba que se sienten las partes a conversar y lleguen a una conciliación en beneficio de los treinta y dos millones de peruanos.
Sucedió. ¿Que el Minsa no haya podido ejecutar más que el 20% de su presupuesto qué tiene que ver con el abuso de las clínicas? Nada. Falacias que gente sin cerebro repite como papagayo como el cuento de que mañana estatizarán las bodegas o tu casa. La derecha es tan simplona y falta de argumentos en este país que da vergüenza ajena.
Por mi parte, yo ya me cansé hace mucho tiempo de ser tonto útil de nadie, menos de gente que no pone un sol para sostener ‘think tanks’ de ideas que ellos siempre usan, no para defender el bien común a través del bien individual, sino solamente sus sucios y lustrosos bolsillos.