Chile debe pedir perdón al Perú
El 13 de enero de 1881, sucedió la Batalla de San Juan y Chorrillos y dos días después como hoy, miércoles 15, siguió la de Miraflores, consumando la ocupación chilena de nuestra capital, luego de lograr dominar el mar y conseguir por la fuerza de sus armas la posesión de las provincias peruanas de Tarapacá, Arica y la querida Tacna, que, resistiéndose a la política de chilenización casi cincuentenaria dictada por el gobierno de La Moneda, pudo ser reincorporada al seno de la Patria en 1929. Las tropas invasoras estuvieron al mando del general Manuel Baquedano y la defensa de Lima fue liderada por Nicolás de Piérola, apodado “El Califa”. Como había ocurrido en gran parte de los enfrentamientos desde que Chile nos declaró la guerra el 5 de abril de 1879, planeada desde los tiempos de la Confederación Perú-boliviana que frustraron para evitar sus aspiraciones hegemónicas en el Pacífico, los soldados sureños se alzaron con la mayoría de las victorias pues se habían preparado con muchos años de anticipación para acabar con la diminuta calidad geopolítica del Estado chileno que tanto preocupaba a sus diplomáticos y militares y que era lo que contaban cuando se hicieron a la vida independiente, al comienzo del siglo XIX, cuando capitanía general, en contraste con la suerte peruana de ser el centro del poder español en la condición política de virreinato. Como siempre diré, sin hipotecas, y relievando la importante relación bilateral que hoy debemos seguir manteniendo con Chile –nada de antichilenismos y por supuesto tampoco de antiperuanismos–, no hay que dejar de contar la historia, tal como sucedió, y que fue como siempre aconsejó el eminente Jorge Basadre, nuestro mayor historiador de la República, hijo de Tacna, y por eso, quisiera recordar en ese contexto para que nunca más se dé, las acciones cobardes e inhumanas de los jefes chilenos, totalmente proscritas por el derecho internacional humanitario, como quedó grabado en el óleo EL REPASE del artista español Ramón Muñiz, que vivió en el Perú. En efecto, pintada en 1888, la trágica y suplicante actitud de una rabona –el lienzo se conserva en el Museo Histórico Militar del Perú–, desnuda el remate de los heridos peruanos en Huamachuco (1883), como se había cometido en Lima –también pasó durante la batalla de Palca (16 de julio de 1880), en la sierra de Tacna– y que fuera dictado por el sanguinario Patricio Lynch. Seguiré insistiendo en que Chile debería pedir perdón al Perú por estos hechos, ajenos al combate, como lo hizo Alemania con Polonia en 2019, por las atrocidades durante la guerra de 1939. A nuestros gobernantes les ha faltado carácter para hacerlo saber a Chile saber que es un pendiente en la relación bilateral. Ahora que los problemas fronterizos de tierra y mar han sido solucionados, podría ser una inmejorable oportunidad para que ambos países lleven adelante la auténtica y profunda integración que nos corresponde fundada en una relación vecinal sincera, sin heridas y de confianza mutua.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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