¿Chibolín delincuente?
El presentador de televisión Andrés Hurtado Grados, “Chibolín”, es parte funcional y activa de una telaraña de corrupción cuyos primeros hilos se conocieron por su propia boca.
Y es que, en una entrevista con el periodista Beto Ortiz, en ‘Beto a Saber’, con su vasta experiencia como sutil interrogador, abrió la puerta de la debilidad de la gran mayoría de las personas: la vanidad. Y el vanidoso habló de sus logros, contactos, amigos, cercanía a jueces y fiscales.
Solito se amarró la soga al cuello, se paró en el banquito, lo pateó y terminó ahorcándose.
El confeso tiene admiradores y seguidores por su larga trayectoria televisiva y porque, con su último programa, ayudó a personas de escasos recursos. Aunque también le decoró el departamento a una fiscal y organizaba fiestas para jueces y fiscales. Este es el comienzo de un esquema de lavado de activos, minería ilegal y proxenetismo que promete llegar a las más altas esferas.
Hurtado es un hombre que no pasó de quinto de primaria, hijo de una familia pobre, salido de una casucha chalaca, y que, tomando el camino chueco, llegó a tener una vida de lujos –ciertamente huachafos–, manteniendo a sus dos hijas en Hollywood cual herederas casquivanas de los Hilton, con Rolls-Royce y propiedades en Florida y, aparentemente, en Beverly Hills.
¿Qué hubiera pasado si hubiera estudiado una carrera universitaria, tomado el camino empedrado de la rectitud y mantenido la humildad, pese a sus logros? No estaría refugiándose en una clínica para evitar ser apresado, y estaríamos viéndolo, seguramente, como buen candidato para el 2026. La periodista Laura Grados envió ayer un mensaje por su cuenta de X: “Nunca esperé decir esto, pero cuiden a Chibolín”.
¿Sabe algo más?
La televisión debe cuidar que las caras de su pantalla sean de gente con virtudes públicas y privadas. A Hurtado no le falta fanaticada, ni gente que, por acercarse, terminará salpicada por el pus de una organización de la que es, probablemente, la pieza más pequeña.
Es nauseabundo que la fiscal Elizabeth Peralta, cuyo jefe es Rafael Vela Barba (quien tanto ayudó a Odebrecht), dijera en Contra Corriente: “Lo conocí en el 2015, por medio de una amiga… me dijeron: ‘Él es proxeneta’. Pero nunca pensé nada malo”. O sea, no le pareció inadecuado alguien que administra prostitutas.
Esta abogada es sindicada por Ana Siucho (cuya familia estaría ligada a la minería ilegal) como la amiga de Chibolín que recibió, junto a éste, un millón de dólares por liberar un cargamento de oro. También saltó el nombre del juez Richard Concepción Carhuancho, quien dice no haber tenido nada que ver con el caso del oro.
La exprocuradora Katherine Ampuero dijo el viernes que se están abriendo múltiples carpetas fiscales, cuando lo que corresponde es solo una que incluya a los integrantes de esta organización criminal y los nombres y delitos que vayan apareciendo. Poniendo a cargo a un solo fiscal, el fiscal Chinchay. Pero… a río revuelto.
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