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César Moro

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Fecha Publicación: 29/08/2023 - 22:30
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Enamorado del inconsciente y de los sueños, Alfredo Quispez Asín, conocido en el mundo del arte -que es todo el mundo- como César Moro, fue un poeta al margen de las academias y los cenáculos. Su poesía y su pintura develan, en trazos de versos y colores, las luces y las sombras enterradas de la psique, tal cual lo hacían surrealistas como Breton, Aragón, Duchamps, Eluard y De Chirico. Como ellos, buscó lo que está más allá de las caras y las cruces de la realidad y como ellos encontró el trazo y la palabra inasibles, pero fervorosamente vivos.

Un cuerpo de mujer en la tela y la página del verso y del óleo: “Tu vientre de aluvión un muslo de centellas/ Una piedra que gira otra que se levanta y duerme en pie/ Un caballo encantado un arbusto de piedra un lecho de piedra/ Una boca de piedra y ese brillo que a veces me rodea/ Para explicarme en letra muerta las prolongaciones/ misteriosas de tus manos que vuelven con el aspecto amenazante/ de un cuarto modesto con una cortina roja/ que se abre ante el infierno/ Las sábanas el cielo de la noche/ El sol el aire la lluvia el viento/ Sólo el viento que trae tu nombre”.

A los 22 años viajó a París. Vuelto al Perú en 1935 se convierte en el más importante divulgador de la poesía surrealista y de los surrealistas franceses cuya obra traduce al español. Con Vallejo, Eguren y Oquendo conforma una triada de grandes poetas peruanos de esa época. Devoto de su propio culto, llegó a decir que el surrealismo era la palabra mágica del siglo. Vivió su vida como su arte, fusionados ambos entrañablemente de tal suerte que era lógico pensar que la vida es una obra de arte que vamos escribiendo o haciendo en telas, páginas y pentagramas.

El notable crítico literario, Ricardo Silva-Santisteban, dijo de él “Moro es un poeta peruano, pero un poeta exiliado, no solo de su idioma materno… sino, sobre todo, por haberse sentido aislado y disconforme en su propia tierra… Un poeta rebelde y segregado. Ahora preferimos ver en él, quizá como hubiera querido, más que a un escritor o a un poeta, a una explosión, a un cataclismo, a un planeta de fuego ardiendo en la inacabable noche del universo”.

El surrealismo nace en los mitos y como el inconsciente individual y colectivo, es memoria viva. El poeta y el pintor se rebelan porque lo que llamamos realidad la cubre de olvido y de terror. Moro pertenece a esa pléyade de artistas que trabajaron con sus sueños y sus más hondas quimeras para transformar esa materia gris, ese mágico polvo de los cielos y los infiernos en palabras, en pinturas, en partituras. Sus vidas y sus obras se fusionaron, de tal forma que lo que les pasaba a unas se reflejaba en las otras configurando otro sueño, otro mito, otro claroscuro desde donde y por donde se puede atisbar la profundidad que nos reclama.

Jorge.alania@gmail.com

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