Ceccarelli
Gino Ceccarelli es uno de los artistas más importantes que nos ha entregado la amazonía. Tengo el privilegio de contarlo entre mis amigos. Lo conocí hace más de una década cuando asombrado por su obra, por la fuerza de sus imágenes cuya composición habla no solo del desgarro que sufre nuestra selva sino del imaginario colectivo de una cultura que tiene mucho que enseñarnos: mitos, personajes que aprendimos a incorporar en nuestros diálogos; tunches, bufeos colorados, Chullachaquis, yanapunas, yacumamas; esa religiosidad o mística que le entrega personalidad, que hace que la identifiquemos por lo que estremece cuando nos acercamos a ella, cuando pretendemos mirarla más allá. Pude estrechar su mano en 1999, cuando coincidimos en un recital en La Noche de Barranco, donde leyeron Antonio Cisneros, Marco Martos y Rodolfo Hinostroza. Esa noche Antonio tuvo un conato de pelea con un perturbado parroquiano que casi aborta el recital. Los pocos asistentes logramos que la administración del local lo retiraran y el autor de “Las inmensas preguntas celestes” continuó con su lectura. La interpretación de sus Réquiem fue magistral. Hinostroza leyó por primera vez “Los huesos de mi padre”, poema que publicaría siete años después en “Memorial de Casagrande”, y Marco compartió unos textos de “En el mar de las tinieblas”. Gino estuvo esa noche allí en una mesa con Roger Santiváñez. Yo tenía dos meses en Lima y la timidez de los veinte años.
No me atreví a acercarme ni a los poetas del sesenta, ni a Roger que ya era el histórico piurano, fundador de Kloaca, el movimiento más emblemático de la década de los ochenta, ni a Gino, cuya trayectoria era reconocida por propios y extraños. Fue en una reunión en el departamento de la poeta Maruja Valcárcel, el 2011, cuando lo conocí. Amigo de poetas que marcaron mi registro: César Calvo, Luis La Hoz, Arturo Corcuera, hay un mural de Gino en una de las paredes del patio de la casa de Arturo en Santa Inés. Ceccarelli ha sido generoso en mi labor como gestor cultural: la imagen del Festival Internacional Primavera Poética del 2021 es de su autoría, y la portada de “La primera línea, antología de poesía Iberoamericana”, es un cuadro suyo. Sobre esto, hicimos un recuento el viernes, en Barranco, reunidos con Patricia Denegri, su esposa, quien reía con nuestras anécdotas. Luego llegó Gabriel Rimachi Sialer y “desabandonamos” el diálogo. Gabo acaba de publicar su primera novela y como quien hace un rompimiento de sintaxis, derivamos hacia ella la conversación. Quede en esta columna mi admiración por la obra de Gino Ceccarelli, Gino pinta en todos los formatos, como los renacentistas, es impresionante cómo domina lo figurativo. Eso, además de la imaginación, la cosmovisión amazónica, el profundo contenido social; su rebeldía: hace de lo que pinta, vida; mundos a los que hay que aprehender más allá de la configuración estética.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.