Castillo: el principal responsable por la muerte de peruanos en protestas
La movilización social y las protestas desde que Boluarte ha asumido la presidencia han dejado un saldo inaceptable para una democracia de alrededor de 50 fallecidos. La mayoría de ellos en el sur del país. Siendo Ayacucho y Puno los puntos geográficos de mayor violencia. Este hecho concreto y la propaganda infatigable de la izquierda radical han creado una percepción internacional complicada para la actual administración, que resiste en una esquina sin mayor respuesta que la policial/militar sin cartas políticas o sociales.
Pero hay que decir algo claro, además de las redes de mafia local alrededor del narcotráfico -Vraem/Ayacucho- y la minería ilegal -Puno/Madre de Dios-; además de los elementos foráneos -principalmente bolivianos- que sin duda han estado presentes en la agitación, planificación y logística de muchos de los hechos ocurridos; además de la acción de agitación y táctica de los herederos de Sendero; hay un gran responsable -pienso que el mayor de todos- de este estropicio que vivimos actualmente y ese es Pedro Castillo Terrones, el falso profesor campesino, junto a sus secuaces Aníbal Torres, Bermejo, Bellido, B. Chávez, entre otros.
Y es que la articulación de los agitadores profesionales que han servido de ejes troncales de las revueltas logró operar preparando el escenario para estos movimientos con apoyo del mismo Gobierno de Castillo. No solo tuvieron impunidad para sus actividades ilícitas -recordemos las intentonas de flexibilizar la política antidrogas- sino que se les instó a prepararse en términos de maniobras tácticas cuasi militares. Ello se ve en la velocidad de organización y realización de los desmanes que han protagonizado. Esto se cocinó orientado claramente a respaldar a Castillo pero no para exigir su salida de la cárcel, situación que no esperaban, sino para sostener su golpe de Estado. Contaban con una potencial neutralidad de las FF.AA. y un apoyo de la Policía al hoy recluido expresidente. Con el éxito del golpe la sociedad democrática y mayoritaria movilizada iba a ser amedrentada por estas turbas que iban a funcionar cual paramilitares venezolanos, de los tristemente célebres “círculos bolivarianos”. El plan no salió bien y ahora se movieron para intentar una desesperada jugada de presión para hacer dimitir al Gobierno. Castillo preparó el terreno para que estos colectivos pudieran tener respaldo popular con su narrativa de confrontación Lima vs. Regiones. Cuestión en la que hay que decir que ha fracasado, pues si bien hay apoyo a sus aliados en las zonas altas campesino/rurales de las regiones del sur, son en líneas generales minoritarios. Podemos decir que la precipitación sobre Lima también ha fracasado. Castillo y sus esbirros antes mencionados deben responder por la sangre que hoy enluta al Perú. El fracaso se debe también a la acción de la fiscal Benavides y al hecho de que los tiempos que manejaban para su desplazamiento violentista eran para mucho más adelante.
Naturalmente es responsable también el Gobierno de Boluarte, pienso que de haber sido firme desde el primer momento y de no haber cometido los varios errores en los que incurrió no se hubiese llegado a este número tan doloroso. Dejar hacer y organizarse a las fuerzas exógenas -ponchos rojos y otros elementos no peruanos- y al maoísmo radical varios días antes de declarar el Estado de excepción hizo que cuando se quiso recuperar el orden las cosas se salieran de proporción. Su falta de reacción ha provocado más fallecidos.
Mi respaldo a la Policía Nacional y a las Fuerzas Armadas que cumplen órdenes y debían proteger puntos estratégicos para la vida de la patria como aeropuertos, hidroeléctricas, etc. Es importante hacer presión para que en los futuros procesos que seguramente les quieran iniciar las redes jurídicas de los radicales el Estado -sea quien sea que lo lidere- les brinde adecuada protección jurídica. No sería justo que sean sometidos a interminables procesos basados más en la vendetta que en el derecho.