Carlos y Javier
¿Qué misterios nos tendrá la muerte? Es la pregunta que me hice, luego de tener a dos amigos que nos dejaron sin avisar: Carlos Chipoco Cáceda y Javier Barreda Jara. Ambos, de diferentes cunas políticas pero muy bien criados. El motivo de esta reflexión va más lejos de enaltecer sus vidas terrenales, de la cual muchos han comentado y a las cuales me aúno, sino la de cavilar sobre la vida y sobre lo que puede venir después.
Más tiempo estaremos muertos que vivos, y si es eso es así, nuestra preocupación debe ser ella, ya que encierra lo que llamamos inmortalidad. La pregunta es: ¿Cómo queremos que nos recuerden? ¿Es verdad que nuestros actos de hoy marcarán nuestro futuro en la vida que tendremos después de la muerte?
Generalmente se piensa que el político es una persona mentirosa y que es lo peor que le puede pasar al ser humano; si es eso es así, entonces podemos colegir que un político jamás irá al cielo, y que haga lo que haga aquí en la Tierra, su futuro está destinado a permanecer por los siglos de los siglos en el infierno.
Yo que he convivido, laboralmente hablando, con muchos de ellos, creo que la función del político no es maligna ni muchos menos está llena de pecados. La función de un político es como la del periodista; puede ser la más noble pero también puede ser la más perversa. Sin embargo, ambas están en función al ser humano como tal.
Carlos y Javier fueron políticos. Profesaron pensamientos en apariencia distintos, pero anhelaban el bien común como meta. Tenían claro el deseo de la justicia social, y que la distribución de la riqueza debe alcanzar a todos.
No es malo ser político, muy por el contrario, el político es necesario, tanto como lo es el médico o cualquier persona sin importar su formación académica; repito, lo importante es la persona y su formación moral y ética, y lo más relevante es que sus actos no dañen la vida de los demás.
Estoy seguro de que Carlos y Javier están en el cielo, fueron hombres buenos, que no afectaron negativamente la vida de los demás. A Carlos lo conocí en el Congreso; constitucionalista brillante, me supo dar muy buenos consejos. Javier, hombre de partido e inteligente; nuestra última charla fue por teléfono y ¿saben qué? Hablamos únicamente sobre la Virgen María.