Cardenal, el místico
El gran poeta nicaragüense y monje de la Trapa que fue Ernesto Cardenal, escribió: “Los campas —de la selva peruana— ven 27 verdes/ Los miskitos de la costa, tan buenos marinos/ tienen 25 palabras para el viento/ Los esquimales veinte y tantos colores de nieve/ Los lapones más de 60 palabras para el reno/ Tupana les enseñó las palabras en el paraíso/ pero en el Amazonas les prohíben el nombre de Tupana.”
Mítico y poeta, Cardenal supo reflejar las contemplaciones del trapense, sus oficios nocturnos, sus hermosos cantos gregorianos. La relación que él tuvo con Dios fue intima, coloquial, poética, como las de los campas con las hojas de los árboles, la de los miskitos con los vientos del norte y del sur, la de los esquimales con la nieve, la de los lapones con el reno. Lo amaba con la pasión que le inspiraban las muchachas. Por eso le decía: te amo con todo el amor.
Desolado por la vida fatua, escribió los versos del reencuentro con el Dios de los trinos y las lluvias. “Como latas de cerveza vacías y colillas/ de cigarrillos apagados, han sido mis días/ Como figuras que pasan por una pantalla de televisión/ y desaparecen, así ha pasado mi vida/ Como automóviles que pasaban rápidos por las carreteras/ con risas de muchachas y músicas de radios…/ Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos/ y las canciones de los radios que pasaron de moda/ Y no ha quedado nada de aquellos días, nada/ más que latas vacías y colillas apagadas/ risas en fotos marchitas, boletos rotos/ y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.”
De su poesía mística, quedan bellos testimonios. En la abadía de Kentucky, guiado por su maestro Thomas Merton, buscó y encontró a Dios con una sinceridad y una vehemencia únicas.” Me he entregado a ti con la misma pasión con que antes me entregué a la belleza de las muchachas. Y sé que encontraré en ti los rasgos de todos los rostros bellos que yo he amado en mi vida. Ha quedado un hambre de amor que es casi cósmica, un ansia insaciable … Ten compasión de mi corazón vacío.”
La historia de Nicaragua se abre dual –leí en un prólogo– entre un cacique que dialoga y otro que combate: Nicarao y Durangen. Esas figuras emblemáticas tienen otros nombres en la Nicaragua del siglo XX: Rubén Darío, Ernesto Cardenal, los poetas y César Augusto Sandino, el guerrillero.
El poeta de la comunidad contemplativa de Solentiname nunca olvidó sus versos de amor, pero sí los rostros de ese amor siempre moribundo Uno de ellos era el de Miriam, una bella muchacha de Matagalpa a quien le regaló unas rosas y le profetizó: “Cuando no haya más amor ni rosas de Costa Rica/ recordarás Miriam esta triste canción”
Jorge.alania@gmail.com
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