Campaña palaciega inútil
La reciente campaña del Gobierno de Martín Vizcarra (“El Covid no mata solo. No seamos cómplices”) es tremebunda: culpa a los ciudadanos de esparcir el virus, como si la irresponsabilidad fuera un mal generalizado. Después de 6 meses de iniciada la pandemia, impartir el terror no es una estrategia, a juicio de esta columna, correcta. Fueron los medios de comunicación -que quebrarían si es que no se les inyecta publicidad estatal- los que reclamaron por una campaña. Lo lograron: el presidente Martín Vizcarra ya dijo que habrá pauta publicitaria, lo que significa tapabocas de billetes verdes para que los periodistas se queden callados frente a la incompetencia palaciega. El pueblo no es estúpido; nadie quiere morir contagiado. Si la mayoría sale a las calles de forma torera es porque hay que seguir trabajando. Las actividades deben continuar tomando en cuenta los protocolos de bioseguridad que ya todos conocemos (distanciamiento social, uso de mascarillas y lavado constante de manos). Perú, que se mantiene en el ‘top five’ de las naciones con más contagiados, es el país con la mayor tasa de mortalidad por coronavirus en el mundo: de cada 100 mil habitantes, 85.8 fallecen. A estas alturas, todos tenemos a algún familiar o conocido que pelea por su vida, o que, desgraciadamente, ya la perdió. Es por ello que la campaña del Gobierno es redundante.
Lo que se necesita, en vez de mensajes atemorizantes que caerán en saco roto, es una campaña masiva, por ejemplo, de despistaje con pruebas moleculares. También urge una campaña de entrega de mascarillas: a diario vemos a connacionales que usan un trapo en vez de estos implementos que reducen, como demuestran los estudios, los niveles de contagio de Covid-19. Y así podríamos seguir proponiendo más campañas que no se queden en responsabilizar a los peruanos, a los que se nos califica vilmente de “cómplices” del virus chino. Cómplice, en realidad, es el Gobierno de Vizcarra que no ha comprado exámenes PCR, no ha repartido mascarillas, no ha instalado plantas de oxígenos, ni camas UCI y menos ha levantado suficientes hospitales de campaña para atención primera. Y peor aún: ¡ha despreciado el apoyo del sector privado!
Y si hablamos de cómplices de la desgracia, podemos mencionar al ministro del Interior, Jorge Montoya, quien ha mentido descaradamente -al igual que el premier Walter Martos- ante lo acontecido en la discoteca ‘Thomas Restobar’ de Los Olivos. De acuerdo a las imágenes de las cámaras de seguridad del local, no fue el tumulto el que cerró la única puerta de ingreso y salida, sino los efectivos policiales. Tampoco las mujeres se “agazaparon” e intentaron escapar provocando el caos, sino que los agentes ordenaron que estas salgan en fila india. Hablamos, pues, de una tragedia provocada por la ineptitud policial. No haber dicho la verdad debería costarle el cargo a Montoya; en tanto que los indolentes que vomitan que los 13 jóvenes “están bien muertos” deben entender que incumplir con una norma, que representa una multa, no puede terminar con vidas apagadas. ¡Que tire la primera piedra quien no haya sido irresponsable alguna vez!
Otrosí: aguardo la pronta recuperación del periodista y amigo Beto Ortiz.