¡Cambiemos el mundo!
Esta temporada de aislamiento social obligatorio (cuarentena) sirve -también- para reflexionar acerca del mundo, de nuestro mundo, y cómo este ha ido cambiando en las últimas décadas. Hace 30 o 40 años si un pollo se resfriaba, estornudaba y moría en una aldea remota de algún país del Asia, habría sido una tragedia para el animal, sus parientes y su dueño; la posibilidad de que se tema una pandemia mundial y la muerte de miles o millones de personas era imposible. Si una entidad financiera de los Estados Unidos hace 40 años prestaba dinero en exceso a algunas personas que no tenían capacidad de pago, esta entidad se arruinaba, lo que era malo para el prestamista y malo para el prestatario, a nosotros no nos afectaba. Todo esto ha ido cambiando y se le ha dado el nombre de globalización.
La maravilla de la globalización nos ha permitido transbordar nuestros cuerpos y nuestras mentes, nuestras palabras y nuestras ideas, nuestras enseñanzas y nuestro aprendizaje, en todo el mundo y cada vez más rápido y más barato. La globalización nos ha traído cosas buenas y malas; en nuestra preocupación logramos establecer los Objetivos de Desarrollo del Milenio, habiendo cumplido algunos de ellos antes de su fecha de vencimiento; esto constituye una muestra que nosotros, como humanidad, somos capaces de lograr un proceso extraordinario si actuamos en equipo y nos esforzamos. La sensación que sentimos es que la globalización nos tomó por sorpresa y que hemos tardado en responder, debemos enfrentar a grandes desafíos: cambio climático, pandemias, terrorismo, narcotráfico, violencia social, esclavitud humana, entre otros; estos desafíos nos incumben a todos y tenemos que enfrentarlos juntos con la idea u objetivo de globalizar las soluciones para no sucumbir ante ellos.
Si nos detenemos a analizarnos como aldea global, veremos que todavía nos organizamos de la misma manera que hace dos o tres siglos; debemos tomar conciencia de que somos una sola superpotencia de casi 8 mil millones de personas, que somos estos casi 8 mil millones quienes ocasionamos los problemas, la misma cantidad de personas daremos solución a todo. Pero ¿cómo estamos organizados? Somos casi 200 estados-nación, cada uno con sus propias reglas o normas, preocupándose tan solo por su espacio interior, con una visión microscópica del mundo; por otro lado, los países compiten entre sí o luchan entre sí. Es evidente que esta situación debe cambiar, necesitamos encontrar la forma de que los países comiencen a trabajar juntos, que nuestros líderes dejen de mirar hacia adentro.
Esta crisis global, producto de un virus, nos debe servir para pensar como humanidad, pensemos en el bienestar general, esto cambiará nuestras vidas y nos puede servir para cambiar el comportamiento de nuestros líderes políticos, nuestras corporaciones, es una forma de contribuir a cambiar el mundo. Quién no ha pensado en vivir en un país rico, quién no ha pensado en vivir en un país feliz, eso no es suficiente; más que pensar en un país de rápido crecimiento o competitivo, pensemos en vivir en un país bueno. Si todos pensamos así, cambiaremos el mundo.