Cada vez más cerca
El nombramiento de un allegado a Antauro Humala en el Ministerio de Defensa es un descarado desafío a la institucionalidad de las Fuerzas Armadas. Una señal inequívoca de las intenciones del corrupto gobierno comunista, capturar políticamente a las FF.AA. para imponer el socialismo del siglo XXI que preconizan.
Desde el primer día humillaron a las FF.AA. al poner como ministro a un impresentable suboficial de la Policía Nacional, dado de baja deshonrosamente de su institución. Ningún gobierno de las últimas décadas se hubiera atrevido a hacer algo así, se habría producido una conmoción. Pedro Castillo y sus secuaces lo hicieron. Y no pasó nada.
Walter Ayala tuvo que dejar el ministerio cuando se comprobó la descarada y corrupta intromisión de Castillo y su gavilla en los ascensos del Ejército y la Fuerza Aérea el año pasado. Los Comandantes Generales de esas instituciones fueron pasados a retiro como represalia. Y no pasó nada.
Digo que no pasó nada porque la salida de Ayala –convertido en tinterillo con un título de una universidad no licenciada luego de su expulsión de la PNP-, del Mindef no significó un golpe al Gobierno, dado que es una de las tantas piezas intercambiables que entran y salen de los ministerios sin afectar la estructura corrupta enquistada allí.
Han pasado hasta ahora cinco ministros en el Mindef –a cada cual peor-, otra muestra del maltrato a las instituciones castrenses. Y no pasa nada.
En realidad, lo que ha quedado largamente demostrado en este tiempo es que los mecanismos institucionales normales de una democracia, diseñados para mantener el equilibrio de poderes, no sirven de mucho cuando una gavilla de delincuentes comunistas se hace del gobierno y utiliza impúdicamente la corrupción generalizada que se ha extendido en el sistema político, para atropellar la institucionalidad, saquear el Estado y avanzar impunemente en el control de organismos claves que le permitirán, más temprano que tarde, acabar con lo poco que queda de libertades.
El reciente caso del ministro del Interior confirma lo dicho. En este caso es el séptimo en ese sector, que ha sufrido el cambio de cinco comandos policiales y diez jefes de la Dirección de Inteligencia del Mininter. Y tampoco pasa nada.
Aunque hay que tener en cuenta que, en este caso, al igual que en otros sectores, la eventual censura del ministro tampoco hubiera significado mucho. No habría afectado a la banda que maneja el Gobierno, porque como han develado varios reportajes periodísticos de investigación, el Mininter se dirige desde otro lugar.
En suma, se trata de una democracia fallida, corroída desde sus cimientos, asaltada por una pandilla de facinerosos que tiene el declarado propósito de terminar de liquidarla. Y están cada vez más cerca de lograr su propósito.
Lo más grave es que quienes pueden hacer lo necesario para evitar un desenlace fatal, duermen. O se acomodan.
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