Brillo y transparencia

Afuera quedó el revuelto enjambre de ómnibus, carros, motos, apurados peatones y unos pocos vendedores ambulantes que pasan indiferentes frente a la fachada cubierta con el color y figura del mural que agrega vida en la cuadra 14 de la avenida Alfonso Ugarte.

Adentro, en la casona, calma y silencio. Los duros golpes del tiempo son presencia en los techos y los pisos que recibieron los pasos de una tranquila vida familiar, luego los inquietos movimientos de los alumnos de ELA, Escuela Libre de Arte, ahora los de transitorios ocupantes y visitantes del Centro Cultural Poco Floro que el viernes pasado, con el acompañamiento de la música del grupo Del Pueblo, presentó Flux Plástico, nuevo proyecto y realización de Mila Rispa que así confirmaba su poco interés por exhibir en el circuito de las galerías de arte.

Prefirió a Poco Floro por su condición marginal, por su empatía con los colectivos y porque le ofreció una habitación para guardar sus materiales de trabajo y en el primer piso, al final del pasadizo, esa habitación, tres paredes blancas y la cuarta negra, en que montó su instalación. La compuso con esas piezas que parecen flotar y los relieves de sus tejidos y máscaras que colocó sobre las paredes.

La luz que viene desde el amplio rectángulo del patio despierta brillos y anima transparencias en esas formas suspendidas en que el cuerpo femenino es el tema trabajado con el plástico de las botellas para gaseosas. En las máscaras y relieves usó plástico negro, las vivas gamas de las bolsas descartables fueron escogidas para el gran tapiz.

“Busco una estética visual y táctil no decorativa. Quiero mostrar las posibilidades del reciclaje para abrir conciencia y transmitir la importancia de la urgencia y responsabilidad con el cuidado y sostenibilidad del medio ambiente”, dice Mila Rispa, que parece haberse sumado a la prohibición de producir tecnopor.

Egresada en Bellas Artes con la promoción 1994, Mila se confiesa “vegana, protestona y siempre agradecida”. Ella en su conversación tiene a mano de su cercanía participación en “los colectivos”, a los que está vinculada desde los días del Taller Abtao, en La Victoria, “gran apoyo de Maritza Náquira para quienes egresamos y quedamos como en el vacío. Encontramos un mundo en el que lo importante es la novela, las argollas y esa falta de acción para generar interés y abrir con el apoyo municipal nuevos espacios que convoquen a los vecinos y artistas del distrito y pueda establecerse el diálogo”. Me comenta mientras en charla amigable tomamos un té con chabatas, queso fresco y jamón.

Regresamos al espacio de Flux Plástico. Siempre con esa voz cargada de decisión va explicándome el proceso de preparación y creación de su obra que piensa debe ser “viajera, llegar a parques y escuelas, donde también pueda mostrarse la posibilidad de reciclar y dar nueva vida en objetos utilitarios a muchos de los residuos domésticos que simplemente se convierten en basura no deseada”.

Frente a las piezas suspendidas escucho del modo de tratar las botellas de gaseosa, cortándolas, separando los fondos del cuerpo, piezas que luego “usando el único punto de crochet que sé los uniré con los hilos de plástico que pasarán por los agujeros que previamente perforé.

No utilizo ningún tipo de goma, cola o pegamento, esto lo hace apropiado para el trabajo en casa con los niños”. Volvemos a ver la sirena, uno de los cuerpos suspendidos; las impresiones de sus acuarelas y dibujos en tirajes de 10 piezas que como los jarros de cerámica decorados con otros ejemplos de sus acuarelas se ofrecieron y compraron la noche inaugural.

Tiene la gentileza de regalarme uno, “para tu café” dice antes de recordarme que ha hecho teatro y claun y que Poco Floro no sólo tiene espacio para muestras como la suya, sino que también recibe artistas en tránsito que muchas veces, en las paredes, han dejado huella de su estadía.

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