Bravo ZuLu
Partió a la gloria eterna el almirante Luis Giampietri Rojas, quien desde muy joven ingresó en nuestra Marina de Guerra, escalando los diferentes peldaños de su carrera hasta llegar al altísimo grado de vicealmirante. Su paso a la eternidad deberíamos respaldarlo a toda voz con la frase “BRAVO ZULU”, dado su comportamiento ejemplar, las virtudes que lo adornaron, las acciones que realizó en cumplimiento del deber, los cargos que con eficiencia ejerció, pero sobre todo con los sacrificios que llevó a cuestas y por las penurias soportadas, simplemente por cumplir con sus obligaciones de peruano, de marino y de hombre de bien. Por todo ello el “BRAVO ZULU” de las marinas del universo, se queda corto como expresión de admiración a quien hace bien sus tareas.
No haré una biografía del almirante Giampietri, pues sería ingresar en lugares comunes, sobre todo en estos días en que se expresa el pesar por su inexorable partida, pero sí hacer recuerdos que lo califican como una gran persona, un señor de señores, un ser humano solidario y bondadoso, lo que no le impedía ser severo cuando ello era necesario.
Tampoco me referiré al cumplimiento de obligaciones que compartimos por el ejercicio de la función pública, ni tampoco del legado docente que dejó al Perú y que ojalá se aquilate y sirva. Me referiré a su entereza, a su valor, a su dignidad para enfrentar acusaciones y procesos judiciales interminables e injustos.
Como se recordará, hace como cerca de 40 años, Luis Giampietri, como marino participó en el develamiento del motín ocurrido en el establecimiento penal de la isla de “El Frontón”, frente al Callao, que como consecuencia del mismo desde esa oportunidad ha estado sometido a procesos penales, que pese al tiempo transcurrido aún no terminan.
El almirante Giampietri llevó a cuestas dicha pesada cruz, lo que a cualquier otro mortal lo hubiera quebrado, pero a un marino de sus calidades, pues jamás, como nos lo acreditó. Un larguísimo proceso en que el expediente con más folios que cualquier enciclopedia, subía y bajaba de cortes, iba y venía al y desde el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, léase la Comisión y Corte del mismo nombre. Se anulaba el proceso y se volvía a reabrir, pero todo ello lo soportaba con hombría y patriotismo, pese a afectarlo no solo a él y a otros valerosos miembros de nuestras gloriosas Fuerzas
Armadas, sino a su propia familia que con resignación y copiando el valor del almirante, pudo darle el apoyo moral necesario, sobre todo de su esposa Marcela, que ya lo recibió en el más allá con su amor y afecto.
En la residencia del Embajador de Japón, tomada por el MRTA quien tuvo como rehenes más de ciento veinte días a 72 secuestrados, sin la valerosa intervención del almirante, que fue uno de los cautivos, no podría haber sido exitosa la operación “Chavín de Huántar”. Su sacrificio y exposición, pues pudo ser descubierto, contribuyeron en demasía al resultado conocido. Pese a ello a quienes son héroes, se les interpuso acciones judiciales que concluyeron luego de 18 años, pero que también dejaron huella. Giampietri no se dejó amilanar.
Los chacales que lo persiguieron con saña y maldad, no pudieron doblegar al almirante, cuyo valor, insistimos, debe ser ejemplo para las futuras generaciones, por eso señor Almirante, por siempre BRAVO ZULU.
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