Bofedales: recuperación en las alturas
En las alturas de San Pedro de Casta, hace algunos años, doña Lucy me comentó que tienen bofedales que sirven para retener el agua y dejan crecer buen pasto para el ganado, además que en estas áreas existe una diversidad de plantas y animales.
En una economía rural o de subsistencia, los bofedales son importantes para los pobladores, quienes afrontan en los 3,200 metros de altura, dificultades con muchos sembríos. La supervivencia de estos espacios es una prioridad para la comunidad que, entre enero y marzo, se dedica a recoger el agua que corre a través de los diques y amunas, canales naturales ancestrales por donde se infiltra el agua de las lluvias, desde la parte alta de las cuencas. De esa manera, se garantiza que sigan vivos los manantiales naturales en la parte baja, durante la época seca. El trabajo comunal es reparar los muros o limpiar el canal porque saben que si el agua se escapa, sus cosechas podrían echarse a perder.
Se conoce que los bofedales y las turberas existen en diversas partes del mundo. En los Andes, tienen 7,900 años de antigüedad, en promedio. Un estudio de la Universidad Tecnológica de Michigan comparó las turberas altoandinas con las de Colorado (EEUU), detectando que las andinas eran más profundas, y que algunas almacenan más de tres mil toneladas de agua. En San Pedro de Casta su territorio cuenta con 0.25 km2 de bofedales (López 2017).
La importancia de estos espacios no solo radica en el agua. Investigaciones dan cuentan que almacenan cerca del 50 % del carbono en el suelo (Alvis, 2018), lo cual mitiga los efectos del cambio climático. Sin embargo, a pesar de su valor ambiental y económico, muchos están desprotegidos y son explotados.
En el Perú existen traficantes que sacan en pedazos este suelo rico en carbono y otros minerales y los transportan a las grandes ciudades para venderlos en mercados o tiendas de plantas y flores, como tierra orgánica o abono. Nadie los denuncia, ni la policía los detiene porque a primera impresión solo son pedazos de pasto, sin saber que están depredando un ecosistema que se degrada rápidamente.
Las comunidades pueden recuperar los bofedales. Sus pobladores saben que cuidándolos habrá agua para sus sembríos y ganado. Junto a esta voluntad existen programas que impulsan su conservación, como el del Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inaigem), que por medio de un inventario nacional, que se inició en julio, identificará su número, ubicación y extensión en el país, indica Beatriz Fuentealba, directora de Investigación en Ecosistemas de Montaña del Inaigem.
El inventario, que concluirá en diciembre de 2022, permitirá conservar y recuperar este ecosistema, además de avanzar hacia la cuantificación de las reservas de carbono en las turberas del país. Será un largo trabajo que dependerá del financiamiento.
Por su importancia, al ser un medio que almacena y libera agua al subsuelo, el Estado tiene aún una tarea pendiente de trabajar con las comunidades para su cuidado y conservación. Doña Lucy, quien participa en estas limpiezas, tiene fe en el futuro de los bofedales.