Bicameralidad: un buen paso
El Congreso bicameral del 2026 representa un avance histórico para la institucionalidad política. La adopción de un sistema equilibrado en la representación de poderes del Congreso transmite confianza y estabilidad, fortaleciendo nuestra democracia. Este cambio ha motivado a Moody’s a considerar una revaluación de nuestra calificación de riesgo de negativa a estable en los próximos meses. Su decisión depende de la firmeza y respaldo con que se transmita al país la bicameralidad.
Los promotores de la iniciativa de la Comisión de Constitución, se muestran tan contentos como los padres ante los primeros pasos de su hijo. Este meritorio esfuerzo por ejercer un control regulatorio eficaz para el próximo Parlamento exige actuar según la máxima de Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Por lo tanto, enfrentan el doble desafío de proteger la bicameralidad y elevar la calidad de los futuros parlamentarios.
La defensa de la bicameralidad requiere que sus impulsores comuniquen sus ventajas de manera clara y coherente, contrarrestando las narrativas que buscan desestabilizar y promover intereses particulares. Esta semana, el expremier Otárola acusó a Vizcarra de conspirar contra el gobierno de Boluarte. Vizcarra también ha sido autor de la no-reelección de congresistas y el referéndum de 2018 que impidió la bicameralidad. El congresista Muñante, en su reciente columna en Expreso, “Bicameralidad, una concluyente defensa”, desmiente varios mitos sobre ésta, aclarando que: 1) No implicará un aumento del gasto público, manteniéndose dentro del 0.6% del presupuesto general. 2) La tendencia mundial incrementa nuestra necesidad por mayor representación, por ejemplo en Chile, con la mitad de nuestra población, tienen casi el doble de parlamentarios. 3) Según la ley, el resultado del referéndum de Vizcarra de 2018 solo impedía la presentación de una iniciativa sobre bicameralidad por dos años. 4) Si los congresistas quieren reelegirse, deberán representar mejor a sus electores. 5) La garantía de una mayor separación de poderes se fortalece con la posibilidad de que el presidente solo pueda disolver la cámara de diputados, mientras el Senado continúa en sus funciones.
El respaldo a la bicameralidad aumentará a medida que se explique sus beneficios a la ciudadanía. Nadie se opondrá a la mejora en el análisis de las leyes porque aportaría calidad normativa al introducir la perspectiva nacional y regional en el Senado y la Cámara de Diputados, respectivamente. Del mismo modo, la bicameralidad evitará abusos manteniendo el equilibrio entre distintas fuerzas políticas y promoverá el debate sobre temas trascendentales como las reformas del sistema de justicia y electoral.
En cuanto a la calidad de los partidos y sus parlamentarios, el abogado constitucionalista Alberto Borea, decía que el Senado bicameral garantiza una discusión política más seria y gestión política que no sea miope, pensando en el futuro más allá del momento político actual. Sin embargo, es importante centrarse en las circunstancias actuales sin caer la trampa de creer que los problemas se arreglan únicamente con leyes. Para que el bicameralismo tenga éxito, es importante fortalecer el diseño de los partidos políticos para mejorar la calidad de sus candidatos a senadores y diputados. Aunque edad mínima de 45 años sugiere experiencia evitando a los novatos, no garantiza la idoneidad ética y moral del candidato al senado. Muy posiblemente no veamos a Los Niños en el siguiente parlamento, pero si no se reforman los partidos políticos corremos el riesgo de que algún corrupto con más experiencia busque ganar más. La reforma de partidos debe asegurar que el Senado complemente de forma efectiva a la Cámara de Diputados y no sea simplemente un duplicado de ésta, asegurando debates más profundos y decisiones de interés general.
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