¿Barrio de broncas?
Los peruanos con asombro venimos asistiendo a los “desencuentros” al interior de las organizaciones políticas que han colocado parlamentarios para el Período Legislativo 2020-2021, los cuales lejos de ventilarlos al interior de sus predios, sus dirigentes, afiliados e invitados, han decidido hacerlos públicos por ante los medios de comunicación, asegurándose con ello, estar “en boca de todos”. Hay desde quienes se adjudican la gloria personal de los resultados obtenidos por sus agrupaciones materializada en votos (uno de ellos desde la cárcel), pasando por acusaciones de corrupción, hasta una delicada denuncia de desaparición de uno de los fundadores de un partido teocrático que vuelve al congreso tras dos décadas.
¿Y por qué digo esto nos asombra?, pues sencillamente por lo tempranísimo en que estas desavenencias asoman, nada menos que “a los días subsiguientes a los comicios electorales”, todo un récord. La experiencia más próxima y parecida la tuvimos allá por junio del 2006, semanas antes de jurar a los cargos de congresistas, cuando la primera mayoría, la otrora alianza de “Unión por el Perú” y el ”Partido Nacionalista Peruano” se partió en dos. Y todo hace presagiar que prontamente no serán nueve las bancadas en el Parlamento, sino que varias se fracturarán dando paso a nuevos grupos, agudizándose la “atomización” de fuerzas políticas que desde ya tenemos y que hará sin duda, más difícil los acuerdos para sacar adelante las reformas de Estado que quedaron inconclusas o en el tintero en el Congreso disuelto.
¿Y qué nombre le daríamos a este escenario? Viene a mi mente el título de la afamada novela “Barrio de Broncas” del extinto escritor peruano José Antonio Bravo, solo que aquí no estamos frente a aventuras entre bandas vecinales, sino ante virtuales “Padres de la Patria”, personas elegidas para representar al pueblo en un poder del Estado, un cargo de prestancia al que hay que dignificar. Se supone que la lectura de los resultados del Referéndum de diciembre 2018 fue el que mayoritariamente la ciudadanía apostaba por la renovación de la clase política, esto era nuevos rostros, el respeto a las formas, la tolerancia, etc., pero a juzgar de lo que venimos viendo, nos tememos que “el remedio resulte peor que la enfermedad”. Ojalá no sea así.
Sres(as) congresistas, no permitan que el triunfo en las urnas los mareé, agoten sus esfuerzos por hacer vida partidaria o colegiada porque esto es “institucionalidad”, no ventilen sus diferencias públicamente, háganlo en la interna, independientemente sean invitados o militantes de la organización que les dio la oportunidad de postular al Congreso y, finalmente, que su cable a tierra sea “su temporalidad en el cargo”, fueron electos solo por año y medio. Tomen decisiones en función del país y de cómo quieren ser recordados, qué legado aspiran a dejar.