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Barranco en dos recuerdos

Fecha Publicación: 21/10/2023 - 20:30
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Hace unas semanas, como preludio al aniversario del distrito de Barranco, celebramos los 101 años de su Biblioteca Pública, un espacio por el que guardo especial afecto. En 1999, cuando me instalé en Lima, Barranco fue uno de los primeros lugares que conocí.

Había crecido con la leyenda de su bohemia, imaginaba cruzando por la ruta del viejo tranvía a José Santos Chocano, a José María Eguren, por mi cabeza veía las imágenes del Conde de Lemos caminando con Juan Parra del Riego en ruta hacia la Ermita, para desde allí observar la majestuosidad de sus cipreses.

Pensaba en Vallejo, sentado en la plaza principal, elucubrando qué preguntarle a Eguren para la entrevista que publicaría en La Semana, de Trujillo. Y, por supuesto, pensaba en Martin Adán escribiendo la Casa de Cartón, acaso el texto más emblemático de la ciudad de los molinos. En febrero de 1999, luego de visitar al pintor Víctor Delfín, me senté al centro de la plaza y fui derrotado por la belleza de su biblioteca, fue como quien asiste a una regresión motivado por el reloj, su escudo, el viejo mástil.

En trance, abrí mi bloc de dibujo y con un bolígrafo de tinta china dibujé, uno a uno, los detalles de su particular arquitectura. Fue mi primer apunte en Lima. Ese mismo año, conocí al poeta José Pancorvo Beingolea, sobrino nieto de Manuel Beingolea, cuyo nombre lleva la centenaria biblioteca. Manuel Beingolea, autor de “Cuentos pretéritos” y la novela “Bajo las lilas”, es considerado por la crítica como el padre de la narrativa limeña.

Beingolea junto a Clemente Palma, Ventura García Calderón y José Diez Canseco constituyen aquel póker de ases que sentó las bases de nuestra narrativa. Por José Pancorvo Beingolea aprendí a caminar esta ciudad. Mi oficio de editor me permitió participar en la publicación de “Soldados del Sol” y “Pachak Pakari”.

Mi atrevimiento de Poeta me permitió tenerlo como comentarista, en el panel de presentación, de uno de mis libros. Anécdotas aparte, con Pancorvo soñábamos reeditar las obras de su tío abuelo y ponerlas a disposición a precios populares.

Nos faltó tiempo: mi amigo falleció el 2016. Queda, sin embargo, su memoria como símbolo de una estirpe que supo consolidarse en nuestro canon. 24 años después de aquella tarde, dibujándola en mi bloc, allí estaba, con Eli Castelo, Gino Ceccarelli, Héctor Hernández Montecinos y Juan Carlos Ruiz Rivas, celebrando sus 101 años, en un evento coordinado con María Emilia Espichán, su gerente de Cultura y Turismo, y con Jessica Vargas, alcaldesa de Barranco, atenta a nuestras exposiciones, como un hermoso ejemplo para otras autoridades, de inicio a fin, en primera fila, aplaudiendo la memoria de los personajes que han hecho de Barranco el más cultural de los distritos.

Soy testigo de cómo alcaldes, congresistas y gobernadores regionales llegan a los actos culturales para inaugurar, tomarse la foto y retirarse. En Barranco, su alcaldesa, no solo los propicia, escucha a sus invitados, interactúa, participa con el mayor de los afectos.

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