Bala de dignidad
La designación del abogado Nicolás Bustamante como nuevo titular del Ministerio de Transportes y Comunicaciones representa otra burla del presidente Pedro Castillo Terrones a los mínimos cánones de gobernabilidad que tanto invoca y que el oficialismo propagandiza como exclusiva responsabilidad del Congreso.
Bustamante no sólo proviene de la misma cofradía administrativa del antecesor defenestrado por serias imputaciones de inmoralidad y falta de idoneidad, Juan Silva, sino que también almacena en su breve desempeño público algunos desaguisados.
Según el dominical de TV ‘Panorama’, como secretario general del MTC Bustamante logró en un día que se otorgue prioridad al proyecto de construcción de una carretera mediante la cual se uniría a seis comunidades del distrito de Anguía, Chota, su tierra de nacimiento. La apariencia loable de tal iniciativa se desvanece en la certeza de que no corresponde al secretario general determinar ello, pues no forma parte de sus funciones.
Peor aún saber que Bustamante se desempeñó inicialmente como director de la Oficina de Integridad y Lucha contra la Corrupción del MTC, justo en el periodo que arribaron a los principales cargos de esa cartera un sinnúmero de impresentables. Es el caso del Jorge Ñahui Siviriche, nombrado director de Provías Nacionales pese a tener el antecedente de la suspensión de su licencia de conducir por manejar un vehículo en estado de ebriedad. Sumado a eso todos los focos de sospecha que la prensa nacional le ha puesto por su sesgada conducta en diversos procesos de licitación.
La juramentación de Bustamante permitirá al premier Aníbal Torres Vásquez presentarse con el gabinete ministerial completo ante el pleno del Legislativo este martes 8, en búsqueda del voto de confianza. Haciendo ostensible la solidez de la repartija política con Vladimir Cerrón y el partido Perú Libre, el Gobierno se niega a deshacerse de otros ministros muy cuestionados, encabezados por los titulares de Salud, Justicia, Energía y Minas, y Vivienda. Sobreviven gracias a la relativización de sus propias cuitas en medio de los escándalos que comprometen directamente a Castillo Terrones.
Mucho se habla de los cálculos que abraza la oposición parlamentaria en torno a ejercer o no su prerrogativa de negarle la confianza al Gabinete Torres Vásquez, tratando de evitar la llamada “bala de plata” colocada en el centro del debate por el inefable como efímero expresidente del Consejo de Ministros Héctor Valer.
Las circunstancias ya no permiten tal medición. Nos gobierna una banda corrupta y encima mediocre. Debemos proceder a desaforarla constitucionalmente sin medias tintas. Muchos esperamos este martes 8 que nuestros congresistas sólo hagan uso de una bala de dignidad.
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